Página 228 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
encarar. Muchos de los hombres y mujeres ricos que patrocinan
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esta institución serán una fuente de tentación para los auxiliares.
Algunos de estos auxiliares se convertirán en los favoritos de pa-
cientes acaudalados y éstos les ofrecerán grandes incentivos para
que se conviertan en sus empleados. Por la influencia del despliegue
mundanal de algunos de los que han sido huéspedes del sanatorio, ya
se ha sembrado cizaña en el corazón de hombres y mujeres jóvenes
empleados como auxiliares y enfermeras. Esta es la manera en que
Satanás está obrando.
Porque el sanatorio está donde no debiera estar, ¿tendremos en
nada la palabra del Señor concerniente a la educación de nuestra
juventud? ¿Permitiremos que nuestros jóvenes más inteligentes de
las iglesias en todas nuestras asociaciones sean colocados donde al-
gunos de ellos perderán su sencillez por medio del roce con hombres
y mujeres que no tienen el temor de Dios en su corazón? ¿Permitirán
los que están a cargo de nuestras asociaciones que nuestros jóvenes,
quienes pudieran ser adiestrados para el servicio del Señor, sean
atraídos a un lugar de donde por años el Señor le ha pedido a su
pueblo que salga?
Es nuestro deseo que la juventud sea preparada de tal manera
que puedan ejercer una influencia salvadora en nuestras iglesias,
trabajando en favor de una mayor unidad y una consagración más
profunda. Los hombres podrán no ver la necesidad del llamamiento
para que las familias salgan de Battle Creek y se radiquen en lugares
donde puedan hacer la obra médica misionera. Pero el Señor ha
hablado. ¿Pondremos en tela de juicio sus palabras?
No hay tiempo que perder
Hay entre nosotros muchos hombres y mujeres jóvenes quienes,
si se les ofreciera ciertos incentivos, se verían naturalmente inclina-
dos a tomar un curso de estudio que dure varios años para prepararse
para el servicio. Pero, ¿valdría la pena? El tiempo es corto. Se nece-
sitan obreros para Cristo por doquiera. Debiera haber cien obreros
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fervientes y fieles en campos misioneros domésticos y extranjeros
donde ahora hay sólo uno. Los caminos y vallados todavía no se han
trabajado. Se debería ofrecer incentivos apremiantes a los que ahora
mismo tendrían que estar empeñados en la obra del Maestro.