Página 240 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
Dios. No hay modo más seguro de debilitar nuestra vida espiritual
que el ser envidiosos, sospechar unos de otros y dejar nos llevar
por la crítica y la calumnia. “Porque esta sabiduría no es la que
desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde
hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa.
Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después
pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos,
sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de la justicia se siembra
en paz para aquellos que hacen la paz”.
Santiago 3:15-18
.
La armonía y unión existente entre hombres de diversas tenden-
cias es el testimonio más poderoso que pueda darse de que Dios
envió a su Hijo al mundo para salvar a los pecadores. A nosotros nos
toca dar este testimonio; pero para hacerlo, debemos colocarnos bajo
las órdenes de Cristo; nuestro carácter debe armonizar con el suyo,
nuestra voluntad debe rendirse a la suya. Entonces trabajaremos
juntos sin contrariamos.
Cuando uno se detiene en las pequeñas divergencias, se ve lle-
vado a cometer actos que destruyen la fraternidad cristiana. No
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permitamos que el enemigo obtenga en esta forma la ventaja sobre
nosotros. Mantengámonos siempre más cerca de Dios y más cerca
unos de los otros. Entonces seremos como árboles de justicia plan-
tados por el Señor, y regados por el río de la vida. ¡Cuántos frutos
llevaremos! ¿No dijo Cristo: “En esto es glorificado mi Padre, en
que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos”?
Juan 15:8
.
El Salvador anhela de todo corazón que sus discípulos cumplan
el plan de Dios en toda su altura y toda su profundidad. Deben estar
unidos en él, aunque se hallen dispersos en el mundo. Pero Dios no
puede unirlos en Cristo si no están dispuestos a abandonar su propio
camino para seguir el suyo.
Cuando el pueblo de Dios crea sin reservas en la oración de
Cristo y ponga sus instrucciones en práctica en la vida diaria, habrá
unidad de acción en nuestras filas. Un hermano se sentirá unido al
otro por las cadenas del amor de Cristo. Sólo el Espíritu de Dios
puede realizar esta unidad. El que se santificó a sí mismo puede
santificar a sus discípulos. Unidos con él, estarán unidos unos a
otros en la fe más santa. Cuando luchemos para obtener esta unidad
como Dios desea que lo hagamos, nos será concedida.
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