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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
be trasladarse a lugares nuevos simplemente para obtener ventajas
mundanales, sino que donde hay oportunidades para ganarse la vida,
deben entrar familias bien arraigadas en la verdad, una o dos fami-
lias por lugar, para trabajar como misioneros. Deben sentir amor por
las almas, preocupación por trabajar en su favor, y deben estudiar
la manera de llevarlos a la verdad. Pueden distribuir nuestras pu-
blicaciones, celebrar reuniones en sus casas, llegar a conocer a sus
vecinos e invitarlos a venir a esas reuniones. Así harán brillar su luz
por las buenas obras.
Manténganse a solas con Dios los que trabajan, llorando, orando
y trabajando por la salvación de sus semejantes. Recuerden que están
corriendo una carrera y luchando por una corona de inmortalidad.
Mientras que son tantos los que aman la alabanza de los hombres más
que el favor de Dios, sepamos trabajar con humildad. Aprendamos a
ejercer fe mientras presentamos a nuestros vecinos ante el trono de
la gracia e intercedemos con Dios para que conmueva sus corazones.
Se puede hacer así una obra misionera eficaz, y alcanzar tal vez
a quienes no escucharían a un ministro o a un colportor. Los que
trabajen así en lugares nuevos aprenderán cuáles son las mejores
maneras de acercarse a la gente, y podrán preparar el camino para
otros obreros.
El que se dedica a esta obra adquirirá una experiencia preciosa.
Siente en su corazón preocupación por las almas de sus vecinos.
Debe tener la ayuda de Jesús. ¡Cuán cuidadoso será para andar
con circunspección, a fin de que sus oraciones no sean impedidas
y ningún pecado le separe de Dios! Mientras ayuda a otros, el que
trabaja así obtiene él mismo fuerza espiritual y comprensión, y en
esta humilde escuela se preparará para entrar en un campo más
amplio.
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Cristo declara: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis
mucho fruto”.
Juan 15:8
. Dios nos ha dotado de facultades y nos
ha confiado talentos para que los empleemos en su servicio. A cada
uno asignó su tarea, no simplemente el trabajo que debe hacer en sus
campos de maíz y trigo, sino una labor fervorosa y perseverante para
salvar almas. Cada piedra del templo de Dios debe ser una piedra
viva, que resplandezca y refleje luz al mundo. Hagan los miembros
laicos todo lo que puedan; y mientras usan los talentos que ya tienen,
Dios les dará más gracia y capacidad. Muchas de nuestras empresas