Página 252 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Dios en la naturaleza
Antes de la entrada del pecado ni una nube cubría las mentes de
nuestros primeros padres que oscureciera su percepción del carácter
de Dios. Estaban perfectamente en armonía con la voluntad de Dios.
Una cubierta de luz, la luz de Dios, los rodeaba. Esta luz clara y
perfecta iluminaba todo aquello a lo cual ellos se acercaban.
La naturaleza era su libro de texto. En el Huerto del Edén la
existencia de Dios fue demostrada; sus atributos, revelados en los
objetos naturales que los rodeaban. Todo aquello sobre lo cual fijaban
su vista les hablaba. Las cosas invisibles de Dios y aun “su eterno
poder y deidad” eran vistas con claridad, “siendo entendidas por
medio de las cosas hechas”.
Romanos 1:20
.
Los resultados del pecado
Pero aunque es cierto que en el principio Dios podía ser discer-
nido en la naturaleza, no se debe deducir que después de la Caída un
conocimiento perfecto de Dios en el mundo natural le fuera revelado
a Adán y a su descendencia. La naturaleza podía comunicar sus
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lecciones al hombre en su inocencia. Pero la transgresión trajo una
plaga sobre la tierra que se interpuso entre la naturaleza y el Dios
de la naturaleza. Si Adán y Eva nunca hubieran desobedecido a su
Creador, si se hubieran mantenido en el camino de la rectitud per-
fecta, habrían seguido aprendiendo de Dios por medio de sus obras.
Pero cuando prestaron oído al tentador y pecaron contra Dios, la luz
de sus vestiduras de inocencia celestial se apartó de ellos. Privados
de la luz del cielo, ya no eran capaces de discernir el carácter de
Dios en las obras de sus manos.
Y por la desobediencia del hombre, un cambio se llevó a cabo
en la misma naturaleza. Manchada por la maldición del pecado, la
naturaleza no puede dar sino un testimonio imperfecto del Creador.
No puede revelar su carácter a perfección.
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