Dios en la naturaleza
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Un maestro divino
Necesitamos un Maestro divino. Para que el mundo no per-
manezca en la oscuridad, en una noche espiritual eterna, Dios se
encontró con nosotros mediante Cristo. Cristo es “la luz verdadera
que alumbra a todo hombre”.
Juan 1:9
. “La iluminación del conoci-
miento de la gloria de Dios” se revela “en la faz de Jesucristo”.
2
Corintios 4:6
. La luz de Cristo ilumina nuestro entendimiento, y al
alumbrar la faz de la naturaleza, nos permite todavía leer la lección
del amor de Dios en sus obras creadas.
La naturaleza da fe de Cristo
Las cosas de la creación que miramos hoy nos dan un concepto
leve de la belleza y la gloria del Edén. Pero, a pesar de todo, queda
mucho que es bello. La naturaleza testifica que Uno que tiene poder
infinito, que es grande en bondad, misericordia y amor, creó la tierra
y la hinchió de vida y felicidad. Aun en su estado imperfecto, todas
las cosas revelan la obra de las manos del gran Artista Maestro.
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Aunque el pecado ha dañado la forma y la belleza de las cosas de la
naturaleza, aunque sobre ellas se puedan ver indicios de la obra del
príncipe de la potestad del aire, aun así nos hablan de Dios. En las
zarzas, los cardos, los espinos, y en la cizaña podemos leer la ley de
condenación; pero de la belleza de las cosas naturales, y de su mara-
villosa adaptación a nuestras necesidades y dicha, podemos aprender
que Dios todavía nos ama, que aún manifiesta su misericordia al
mundo.
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento
anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro
día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay
lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz”.
Salmos 19:13.
La incapacidad del hombre para interpretar la naturaleza
Aparte de Cristo, somos todavía incapaces de interpretar co-
rrectamente el lenguaje de la naturaleza. La lección más difícil y