Página 271 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Un Dios personal
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En las hayas hace su casa la cigüeña.
Los montes altos para las cabras monteses;
Las peñas, madrigueras para los conejos.
“Hizo la luna para los tiempos;
El sol conoce su ocaso.
Pones las tinieblas, y es la noche;
En ella corretean todas las bestias de la selva.
Los leoncillos rugen tras la presa,
Y para buscar de Dios su comida.
Sale el sol, se recogen,
Y se echan en sus cuevas.
Sale el hombre a su labor,
Y su labranza hasta la tarde...
“Todos ellos esperan en ti,
Para que les des su comida a su tiempo.
Les das, recogen;
Abres tu mano, se sacian del bien.
Escondes tu rostro, se turban;
Les quitas el hálito, dejan de ser,
Y vuelven al polvo.
Envías tu Espíritu, son creados,
Y renuevas la faz de la tierra.
“Sea la gloria de Jehová para siempre;
Alégrese Jehová en sus obras.
Él mira a la tierra, y ella tiembla;
Toca los montes, y humean.
A Jehová cantaré en mi vida;
A mi Dios cantaré salmos mientras viva.
Dulce será mi meditación en él;
Yo me regocijaré en Jehová”.
Salmos 104:1-34.
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“Con tremendas cosas nos responderás tú en justicia,
Oh Dios de nuestra salvación,
Esperanza de todos los términos de la tierra,
Y de los más remotos confines del mar.