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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
Tú, el que afirma los montes con su poder,
Ceñido de valentía;
El que sosiega el estruendo de los mares,
el estruendo de sus ondas,
Y el alboroto de las naciones.
Por tanto, los habitantes de los fines de la tierra
temen de sus maravillas.
Tú haces alegrar las salidas de la mañana y de la tarde.
“Visitas la tierra, y la riegas;
En gran manera la enriqueces;
Con el río de Dios, lleno de aguas,
Preparas el grano de ellos, cuando así lo dispones.
Haces que se empapen sus surcos,
Haces descender sus canales;
La ablandas con lluvias, bendices sus renuevos.
Tú coronas el año con tus bienes,
Y tus nubes destilan grosura”.
Salmos 65:5-11.
“Sostiene Jehová a todos los que caen,
Y levanta a todos los oprimidos.
Los ojos de todos esperan en ti,
Y tú les das comida a su tiempo.
Abres tu mano,
Y colmas de bendición a todo ser viviente”.
Salmos 145:14-16.
Su paciente misericordia
Ningún padre terrenal ha intercedido con tanto fervor en favor
de un hijo errante como aquel que nos creó intercede por el transgre-
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sor. Ningún interés de amor humano jamás extendió al impenitente
invitaciones más tiernas que éstas: