Página 307 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Lo falso y lo verdadero en la educación
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Una fuente más pura
Poseemos en abundancia lo que es real y verdadero, lo que es
divino. Los que tienen sed de conocimiento no precisan ir a las
fuentes contaminadas.
Cristo presentó los principios de la verdad en el evangelio. En
su enseñanza podemos beber de los manantiales puros que fluyen
del trono de Dios.
Cristo pudo haber impartido a los hombres un conocimiento
que hubiera sobrepasado cualesquiera otras revelaciones y dejado a
la zaga todos los demás descubrimientos. Pudo haber desenvuelto
misterio tras misterio, y pudo haber concentrado en torno a estas
maravillosas revelaciones el pensamiento activo y ferviente de gene-
raciones sucesivas hasta el fin del tiempo. Pero no dejaría pasar ni
un momento sin enseñar el conocimiento de la ciencia de la salva-
ción. Su tiempo, sus facultades, su vida misma, eran preciosos y se
usaban sólo como medios para obrar la salvación de las almas de los
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hombres. Había venido a buscar y a salvar lo que se había perdido,
y nada lo distraería de su único objetivo. No permitió que nada lo
ofuscara.
Cristo impartió sólo el conocimiento que pudiera ser utilizado.
Su enseñanza al pueblo estaba adaptada a su propia condición en
la vida práctica. No satisfacía la curiosidad que los impelía a acer-
cársele con preguntas imprudentes. Convertía estos interrogantes en
ocasiones para extender llamamientos solemnes, fervientes y vita-
les. A los que estaban bien ansiosos de recoger fruto del árbol del
conocimiento, les ofrecía el fruto del árbol de la vida. Encontraron
cerrada toda avenida, excepto el camino estrecho que conduce a
Dios. Toda fuente quedaba sellada, excepto la fuente de vida eterna.
Nuestro Salvador no animaba a nadie a asistir a las escuelas
rabínicas de su tiempo por la razón de que sus mentes se corrompe-
rían por la repetición constante del “Ellos dicen”, o, “Se ha dicho”.
¿Por qué, pues, debemos nosotros aceptar las palabras inestables
de los hombres como sabiduría exaltada, cuando tenemos a nuestra
disposición una sabiduría mayor y cierta?
Lo que yo he visto de las cosas eternas, y lo que he visto de la
debilidad humana, como Dios me las ha presentado, han impresio-
nado profundamente mi mente y ejercido una gran influencia en mi