Página 308 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
vida y carácter. No veo nada por lo cual el hombre deba ser exalta-
do, alabado, o glorificado. No veo razón alguna por la que se deba
confiar en las opiniones de hombres sabios y exaltarlas conforme al
mundo. ¿Cómo van a tener opiniones correctas acerca de los planes
y caminos de Dios los que carecen de la luz divina?
Estoy dispuesta a ser instruida por Aquel que creó los cielos y la
tierra, por Aquel que puso en su orden las estrellas del firmamento, y
les asignó al sol y a la luna su función. No necesito consultar autores
paganos. Prefiero ser enseñada por Dios.
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La educación del corazón
Es bueno que los jóvenes sientan que deben alcanzar el más
elevado desarrollo de sus facultades mentales. No hay que restringir
la educación a la cual Dios no ha puesto límites. Pero nuestros logros
no servirán de nada si no se emplean para la gloria de Dios y el bien
de la humanidad. A menos que nuestro conocimiento sea un eslabón
para alcanzar los propósitos más elevados, de nada vale.
Lo que necesitamos es un conocimiento que fortalezca la mente
y el alma, que nos haga mejores hombres y mujeres.
La educación del corazón es de más importancia que la educa-
ción derivada de los libros. Es correcto, aun esencial, obtener un
conocimiento del mundo en que vivimos; pero si dejamos de re-
conocer lo eterno, caeremos en un fracaso del cual no podremos
recobrarnos.
No es aconsejable atiborrar la mente con una clase de estudios
que requieren una intensa aplicación, pero que no se adaptan a la
vida práctica. Una educación de esta clase será una pérdida para
el estudiante. Estos estudios le quitan el deseo y la inclinación por
otros estudios que lo capacitarían para ser útil y permitirle cumplir
sus deberes.
Si los jóvenes estuvieran conscientes de su propia debilidad,
encontrarían su fuerza en Dios. Si procuran ser instruidos por él, se
volverán sabios en su sabiduría y sus vidas darán un fruto de bendi-
ción al mundo. Pero si aplican sus mentes a un estudio meramente
mundanal y especulativo, separándose así de Dios, perderán todo lo
que sirve para enriquecer la vida.
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