Página 329 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Nuestra gran necesidad
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en el desierto. Ahora, con gozo aceptaba el silencio y las sombras,
para que la vista de todos se volviese a la Luz de la vida.
Los que son fieles a su llamamiento como mensajeros de Dios
no procurarán la honra personal. El amor propio quedará absorbido
en el amor de Cristo. Reconocerán que su obra es proclamar, como
lo hizo Juan el Bautista: “He aquí el Cordero de Dios, que quita
el pecado del mundo”.
Juan 1:29
. Levantarán a Jesús, y con él la
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humanidad entera será levantada. “Porque así dijo el Alto y Sublime,
el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la
altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para
hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de
los quebrantados”.
Isaías 57:15
.
El alma del profeta, vaciada del yo, se llenó de la luz del Divino.
En lenguaje que era casi el paralelo de las palabras del mismo Cristo,
dio testimonio de la gloria del Salvador. “El que de arriba viene,
es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales
habla; el que viene del cielo, es sobre todos ... Porque el que Dios
envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por
medida”.
Juan 3:31-34
.
En esta exaltación de Cristo todos sus seguidores han de partici-
par. El Salvador pudo decir: “No busco mi voluntad, sino la voluntad
del que me envió, la de mi Padre”.
Juan 5:30
. Y, como dijo Juan,
“Dios no da el Espíritu por medida”. Así es con los seguidores de
Cristo. Podemos recibir la luz del cielo sólo mientras estemos dis-
puestos a vaciarnos del yo. Podemos discernir el carácter de Dios, y
aceptar a Cristo por la fe, sólo al consentir sujetar todo pensamien-
to a la voluntad de Cristo. A todos los que hagan esto, el Espíritu
Santo les será dado sin medida. En Cristo “habita corporalmente
toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él...”
Colosenses 2:9, 10
.
Las promesas de Dios
A todos los que están dispuestos que el yo sea humillado se les
dan las siguientes promesas:
“Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el
nombre de Jehová delante de ti”.
Éxodo 33:19
.