Página 38 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie
ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual
es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que
estaban escritas en los libros, según sus obras”.
Apocalipsis 20:11,
12
.
¿Estamos dormidos como pueblo? Oh, si los jóvenes y las jóve-
nes en nuestras instituciones que ahora no están preparados para la
aparición del Señor, indignos de formar parte de la familia del Señor,
lograran discernir las señales de los tiempos, ¡qué gran cambio se
vería en ellos! El Señor Jesús está llamando a obreros abnegados a
que sigan en sus pisadas, para caminar y trabajar por él, para levantar
en alto la cruz, y seguir dondequiera que él los dirija.
Muchos fácilmente se conforman con ofrecer al Señor actos in-
significantes de servicio. Su cristianismo es débil. Cristo se entregó
por los pecadores. ¡Cuánta ansia por la salvación de las almas nos
debiera llenar al ver que los seres humanos perecen en el pecado!
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Estas almas fueron compradas por un precio infinito. La muerte del
Hijo de Dios sobre la cruz del Calvario es la medida de su valor.
Diariamente ellas están decidiendo si recibirán la vida o la muerte
eterna. Y, sin embargo, hombres y mujeres que profesan servir al
Señor se conforman con ocupar su tiempo y atención en asuntos
de poca importancia. Se conforman con permanecer en desacuer-
do unos con otros. Si se consagraran al trabajo por su Maestro,
no estarían luchando ni contendiendo como una familia de niños
revoltosos. Toda mano estaría empeñada en el servicio. Cada uno
estaría ocupando su puesto, trabajando con corazón y alma como
misionero de la cruz de Cristo. El espíritu del Redentor habitaría
en el corazón de los obreros, y se producirían obras de justicia. Los
obreros llevarían consigo al servicio las oraciones y la simpatía de
una iglesia despierta. Recibirían sus instrucciones de Cristo y no
tendrían tiempo para luchas y contiendas.
Brotarían mensajes de labios tocados por un carbón encendido
del altar divino. Se hablarían palabras fervientes y puras. Ascende-
rían al cielo intercesiones humildes de corazones quebrantados. Con
una mano los obreros se sostendrían de Cristo, mientras que con la
otra se asirían de los pecadores, trayéndolos al Salvador.
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