Página 40 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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La obra dentro y fuera del país
Santa Helena, California
7 de agosto de 1902
“¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue
la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos,
porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario,
y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce junta-
meme con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho: Uno
es el que siembra, y otro es el que siega”.
Juan 4:35-37
.
Después de sembrar la semilla, el labrador se ve obligado a
aguardar durante meses para que germine y se desarrolle hasta ser
grano listo para ser cosechado. Pero al sembrar se siente alentado
por la expectativa del fruto venidero. Su labor queda aliviada por la
esperanza de un buen rendimiento en la cosecha.
No sucedía así con las semillas de verdad sembradas por Cristo
en la mente de la mujer samaritana durante su conversación con ella
al lado del pozo. La mies de la siembra que hizo no fue remota, sino
inmediata. Apenas había pronunciado sus palabras, cuando la semilla
así sembrada brotó y produjo frutos, despertó el entendimiento de
ella y la capacitó para saber que había estado conversando con el
Señor Jesucristo. Ella dejó brillar en su corazón los rayos de la luz
divina. Olvidando su cántaro, se apresuró a comunicar las buenas
nuevas a sus hermanos samaritanos. “Venid -dijo-, ved a un hombre
que me ha dicho todo cuanto he hecho”.
Juan 4:29
. Y ellos salieron
en seguida a verle. Entonces fue cuando comparó las almas de los
samaritanos a un campo de cereal. “Alzad vuestros ojos -dijo a sus
discípulos- y mirad los campos, porque ya están blancos para la
siega”.
Juan 4:35
.
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“Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se
quedase con ellos; y se quedó allí dos días”. ¡Y cuán ocupados fueron
esos días! ¿Qué se nos dice del resultado? “Y creyeron muchos más
por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente
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