Página 63 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Advertencias y consejos dados a la iglesia de Battle Creek
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lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra él; y
la tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya
más sus muertos”.
Isaías 26:21
. ¿Quién, pregunto yo, lleva la carga
de responsabilidad por las almas que perecen sin Cristo? ¿Quiénes
saldrán fuera del campo, llevando el reproche? ¿Quiénes dejarán las
placenteras casas y los queridos vínculos de parentesco para llevar la
preciosa luz de la verdad a tierras lejanas? Para aquellos a quienes ha
sido encomendada la luz de la verdad, cada día, cada momento, llega
colmado de la terrible comprensión de que los hombres y mujeres
en todas las tierras se están preparando para bien o para mal, fijando
su destino eterno.
Dios ha hecho sorprendentes sacrificios en favor de los seres
humanos. Ha empleado gran energía para rescatar al hombre de la
transgresión y el pecado y llevarlo a la lealtad y la obediencia; pero
se me ha mostrado que él no hace nada sin la cooperación de los
agentes humanos. Toda dotación de gracia y poder y eficiencia ha
sido ampliamente provista. Los motivos más convincentes han sido
presentados para despertar y mantener vivo en el corazón humano el
espíritu misionero, de modo que así queden combinados los medios
divinos y humanos. Pero, ¿qué ha hecho nuestro pueblo en cuan-
to a mudarse de Battle Creek para llevar la luz a regiones donde
el estandarte nunca ha sido fijado? En el reciente congreso de la
Asociación, ¿no abrió el Señor las ventanas de los cielos para derra-
maros bendiciones? ¿Qué uso le habéis dado al don de Dios? Él os
ha provisto la fuerza motivadora de acción, para que con paciencia y
esperanza y vigilancia incansables pudierais presentar a Cristo, y a
éste crucificado, instando a los hombres a que se arrepientan de sus
pecados, dando la nota de advertencia de que Cristo pronto vendrá
con poder y gran gloria.
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Si los miembros de la iglesia de Battle Creek no despiertan
ahora y se ponen a trabajar en campos misioneros, van a recaer en
un sueño como de muertos. ¿Cómo trabajó el Espíritu Santo en
vuestro corazón?... ¿No os sentisteis inspirados a ejercer los talentos
que Dios os ha dado, para que cada hombre, mujer y joven los
empleen para exponer la verdad para este tiempo, haciendo esfuerzos
personales, entrando en las ciudades donde la verdad nunca ha sido
proclamada, y levantando en alto el estandarte?