Página 69 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Advertencias y consejos dados a la iglesia de Battle Creek
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haya planeado algo de lo cual yo no estoy enterada. Espero que
sí, y alabado sea el Señor si es así. Pero, aunque por años nuestro
deber nos ha sido delineado de una manera bien clara, apenas hemos
tocado el campo del Sur con la yema de los dedos. Es con profunda
sinceridad que una vez más os encomiendo esta parte descuidada
de la viña del Señor. Se me presenta este asunto vez tras vez. He
sido despertada durante la noche, y he recibido la orden: Escribe las
cosas que yo te descubro, te escuchen o dejen de escucharte.
El Espíritu Santo en nuestras escuelas
Cooranbong, Australia,
10 de mayo de 1896.
Os ruego a vosotros, que vivís en el mismo corazón de la obra,
que repaséis la experiencia de muchos años y veáis si el “bien
hecho” se podría verdaderamente pronunciar sobre vosotros. Pido a
los maestros en nuestras escuelas que consideren cuidadosamente y
en oración: ¿He cuidado individualmente de mi propia alma, como
uno que está cooperando con Dios para purificarla de todo pecado y
enteramente santificarla? ¿Podéis por precepto y ejemplo enseñarle
a la juventud la santificación por medio de la verdad y para santidad?
¿No habéis temido al Espíritu Santo? A veces él se ha introduci-
do con una influencia plena en la escuela de Battle Creek y en las
escuelas de otros lugares. ¿Reconocisteis su presencia? ¿Le brindas-
teis el honor debido a un mensajero celestial? Cuando el Espíritu
parecía estar contendiendo por la juventud, ¿dijisteis: “Pongamos a
un lado todo estudio porque es evidente que tenemos entre nosotros
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al Huésped celestial? Alabemos a Dios y démosle honra”. ¿Inclinás-
teis el rostro en oración con los estudiantes, con corazones contritos,
implorando recibir la bendición que el Señor os ofrecía?
El Gran Maestro mismo estaba entre vosotros. ¿Le rendisteis
honor? ¿Fue un extraño para algunos de los educadores? ¿Hubo
necesidad de traer a alguien de supuesta autoridad para darle la bien-
venida o para expulsar a este Mensajero celestial? Aunque invisible,
su presencia estuvo entre vosotros. ¿Pero no se expresó el pensa-
miento de que en la escuela el tiempo debía dedicarse al estudio,
y que había ocasión para todo, como si las horas dedicadas al es-