Página 125 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

Basic HTML Version

Llamamiento a los miembros de la iglesia
121
Tened en vuestra casa una alcancía de abnegación, en la cual podréis
poner el dinero ahorrado merced a vuestros pequeños sacrificios.
Procurad obtener, cada día, una comprensión más clara de la Palabra
de Dios y aprovechad toda ocasión para impartir a otros el conoci-
miento adquirido. No os canséis de hacer bien, puesto que Dios os
imparte constantemente la gran bendición de su Don hecho a la hu-
manidad. Cooperad con el Señor Jesús, y él os enseñará las preciosas
lecciones de su amor. El tiempo es corto; en el momento oportuno,
cuando el tiempo ya no será más, recibiréis vuestra recompensa.
Estoy encargada de decir a los que aman a Dios sinceramente y que
tienen recursos propios: Ahora es el tiempo cuando debéis invertir
vuestros bienes en el sostén de la obra de Dios. Ahora es el tiempo
de sostener a los predicadores en sus esfuerzos desinteresados para
[107]
salvar las almas que perecen. ¿No tendréis una gloriosa recompensa
cuando, en los atrios celestiales, os encontréis con las personas que
habréis contribuido a salvar?
Nadie guarde sus monedas; y regocíjense los que tienen mucho
porque pueden hacerse en el cielo un tesoro que nunca se agotará.
El dinero que rehusemos colocar en la obra del Señor, perecerá y no
producirá ningún interés en el banco del cielo.
Al hablar de los que rehusan a Dios lo que le pertenece, el apóstol
Pablo dice: “Porque los que quieren enriquecerse, caen en tentación
y lazo, y en muchas codicias locas y dañosas, que hunden a los
hombres en perdición y muerte. Porque el amor al dinero es la raíz
de todos los males: el cual codiciando algunos, se descaminaron de
la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”.
1 Timoteo 6:9-10
.
No es pequeña tarea la de sembrar junto a todas las aguas. Re-
quiere un caudal continuo de dones y ofrendas. Al mayordomo fiel,
Dios le concederá lo necesario para que tenga suficientemente de
todo y que pueda abundar en toda buena obra. “Como está escrito:
Repartió, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre. Y
el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y
multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra
justicia”.
2 Corintios 9:9-10
. El Señor cuida de la semilla sembrada
con mano liberal. Aquel que provee la semilla al sembrador le dará
también lo necesario para que pueda cooperar con el Dador de la
semilla.