Página 175 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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Cristo puso de lado su ropaje real, su corona regia y su elevada
autoridad, y descendió hasta las mayores profundidades de la hu-
millación. Habiendo tomado sobre sí la naturaleza humana, hizo
frente a todas las tentaciones de la humanidad y derrotó en nuestro
beneficio al enemigo en todo sentido.
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Hizo todo esto para poner a disposición de los seres humanos
poder que les permitiera ser vencedores. “Toda potestad me es dada
en el cielo y en la tierra”.
Mateo 28:18
. Esto da a todos los que están
dispuestos a seguirle. Pueden demostrar ante el mundo el poder que
hay en la religión de Cristo para conquistar el yo.
Cristo dijo: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”.
Mateo 11:29
.
¿Por qué no aprendemos diariamente del Salvador? ¿Por qué no
vivimos en constante comunión con él, para que en nuestro trato
unos con otros podamos hablar y actuar bondadosa y cortésmente?
¿Por qué no honramos al Señor manifestando ternura y amor unos
por otros? Si hablamos y obramos en armonía con los principios
del cielo, los incrédulos serán atraídos hacia Cristo mediante su
asociación con nosotros.
Cristo y las nacionalidades
Cristo no reconocía distinción de nacionalidad, jerarquía o credo.
Los escribas y fariseos querían acaparar todos los dones del cielo
en favor de su nación, con exclusión del resto de la familia de Dios
en el mundo entero. Pero Jesús vino para derribar toda barrera de
separación. Vino a mostrar que el maravilloso don de su misericordia
y de su amor, como el aire, la luz o la lluvia que refresca el suelo,
no reconoce límites.
Por su vida, Cristo estableció una religión sin casta, merced a
la cual judíos y paganos, libres y esclavos quedan unidos por un
vínculo fraternal de igualdad delante de Dios. Ningún exclusivismo
influía en sus actos. No hacía ninguna diferencia entre prójimos y
extraños, amigos o enemigos. Su corazón era atraído hacia toda alma
que tuviese sed del agua de la vida.
No menospreciaba a ser humano alguno, y procuraba aplicar a
toda alma la virtud sanadora. En cualquier sociedad que estuviese,
presentaba una lección apropiada al tiempo y a las circunstancias.