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Testimonios para la Iglesia, Tomo 9
por la sangre de Jesús de Nazaret. Diga cada cual para sí: “El dio su
vida por mí y quiere que, mientras paso por el mundo, yo revele el
amor que él manifestó al entregarse por mí”. Cristo llevó nuestros
pecados en su cuerpo sobre la cruz, para que Dios, permaneciendo
justo, pudiese ser el que justifica a los que creen en él. La vida eterna
está reservada para cuantos se entregan al Salvador.
Yo deseo ver al Rey en su hermosura. Deseo ver su belleza
sin par. Y deseo que vosotros también podáis contemplarlo. Cristo
llevará a sus redimidos a lo largo del río de la vida y les explicará
todo lo que les fuera motivo de perplejidad en este mundo. Los
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misterios de la gracia se descubrirán ante su mirada. Allí donde sus
mentes finitas sólo discernían confusión y desorden, percibirán la
más perfecta y hermosa armonía.
Sirvamos al Señor con toda nuestra capacidad, con toda nuestra
inteligencia. Esta se desarrollará a medida que hagamos uso de ella.
Nuestra experiencia religiosa se afirmará a medida que vayamos po-
niendo más religión en nuestra vida diaria. Así iremos ascendiendo
poco a poco por la escalera que lleva al cielo, hasta que podamos
desde la cima de la misma, poner el pie en el reino de Dios. Seamos
cristianos en este mundo; tendremos la vida eterna en el reino de
gloria.
* * * * *
Cuando hay unidad entre los discípulos de Cristo, ella constituye
una evidencia de que el Padre envió a su Hijo para salvar a los
pecadores. Atestigua su poder; porque sólo el poder milagroso de
Dios puede poner armonía en las acciones de seres humanos que
difieren por sus temperamentos, e inspirarles a todos el deseo de
decir la verdad con amor.
Las advertencias y los consejos de Dios son claros y positivos.
Cuando, al leer las Escrituras, vemos el bien que resulta de la unión
y el mal que produce la desunión, ¿cómo podemos negarnos a re-
cibir la Palabra de Dios en nuestros corazones? La suspicacia y la
desconfianza son mala levadura. La unidad atestigua la potencia de
la verdad.
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