Página 196 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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La cuestión racial
Tengo algunas cosas que decir acerca de la gente de raza negra
que vive en los estados sureños de los Estados Unidos, y de la
relación que debiéramos mantener con ellos. Estuvieron tanto tiempo
bajo la maldición de la esclavitud que resulta difícil saber cómo
debiera tratárselos.
Cuando los obreros de Dios permitan que su Espíritu obre sobre
sus mentes, se logrará notable progreso en lo referente a la salvación
de las almas. El Señor es nuestro ayudador y nos guiará en todo lo
que emprendamos, si se lo permitimos. Una cosa es cierta: debemos
tener fe en Dios, fe en que él arreglará las cosas en una forma que
nos permitirá trabajar con éxito. Nadie ha confiado en Dios en vano.
Jamás frustrará a los que colocan su confianza en él.
Debemos evitar entrar en contenciones acerca de la cuestión
racial. Si se agita demasiado este asunto, surgirán dificultades cuya
solución consumirá una cantidad excesiva de nuestro valioso tiempo.
No podemos trazar una dirección definida que podamos seguir en
lo que concierne al asunto que nos ocupa. En diferentes lugares y
circunstancias será necesario tratar el asunto como convenga a cada
caso. En el sur, donde existe un fuerte prejuicio racial, no podríamos
hacer nada para presentar la verdad, si tuviéramos que tratar con la
cuestión racial en la forma como la tratamos en otros lugares en el
norte del país. Los obreros blancos del sur tendrán que actuar en su
trato con los negros, en una forma que también les permita obtener
acceso a la gente de raza blanca.
Es el plan de Satanás inducir a las mentes a preocuparse del
problema racial. Si se toman en cuenta sus sugerencias, habrá di-
versidad de opiniones y gran confusión. Nadie es capaz de definir
claramente cuál es la posición debida de la gente de color. Algunos
podrán proponer teorías, pero os aseguro que no servirá de nada
que vayamos en pos de teorías humanas. Hay que dejar en paz la
cuestión racial, hasta donde sea posible.
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