Página 249 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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En humildad y fe
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señala. Os sobrevendrán pruebas, pero id adelante. Adquiriréis así
una experiencia que confirmará vuestra fe en Dios y os hará idóneos
para servirle más fielmente.
El ejemplo de Cristo
El pueblo de Dios debe adquirir una experiencia más profunda
y más vasta en las cosas religiosas. Jesús es nuestro ejemplo. Si,
mediante una fe viva y una santificada obediencia a la Palabra de
Dios, manifestamos el amor y la gracia de Cristo, si mostramos que
tenemos un concepto correcto de las dispensaciones providenciales
por cuyo medio Dios dirige su obra, manifestaremos al mundo un
poder convincente. No es un puesto destacado lo que nos da valor a
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los ojos de Dios. El hombre se mide por su consagración y fidelidad
en el cumplimiento de la voluntad divina. Si el pueblo remanente
de Dios quiere andar en humildad y fe, Dios ejecutará por medio
de él su plan eterno, haciéndole capaz de trabajar en armonía, para
dar al mundo la verdad tal cual es en Jesús. El se valdrá de todos—
hombres, mujeres y niños—para hacer brillar la luz sobre el mundo
y sacar de su medio un pueblo fiel a sus mandamientos. Por medio
de la fe que su pueblo deposita en él, Dios mostrará al mundo que él
es el Dios verdadero, el Dios de Israel.
“Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de
Cristo—nos exhorta el apóstol Pablo—; para que o sea que vaya a
veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un
mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio, y en
nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente
es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de
Dios; porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo
que creáis en él, sino también que padezcáis por él...”
Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo; si algún consuelo
de amor; si alguna comunión del Espíritu; si algún afecto entrañable,
si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo,
teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada
hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad,
estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no
mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo
de los otros.