Página 48 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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Hay que trabajar con celo
Los siervos de Cristo deben testificar por su Jefe con el poder del
Espíritu Santo. El intenso deseo con el cual el Salvador anheló salvar
a los pecadores debe caracterizar todos sus esfuerzos. La misericor-
diosa invitación, hecha primero por el Salvador, debe ser repetida por
voces humanas, y resonar en todo el mundo: “Y el que quiere, tome
del agua de la vida de balde”.
Apocalipsis 22:17
. La iglesia debe
decir: “Ven”. Todas las energías de la iglesia deben ser movilizadas
al servicio de Cristo. Los discípulos de Jesús deben unirse con el fin
de realizar un esfuerzo enérgico para llamar la atención del mundo
hacia las profecías de la Palabra de Dios, que se están cumpliendo
rápidamente. La incredulidad y el espiritismo están adquiriendo
sobre el mundo un dominio cada vez mayor. ¿Permanecerán ahora
también fríos e incrédulos los que recibieron gran luz?
Estamos en vísperas del tiempo de angustia y nos esperan di-
ficultades apenas sospechadas. Un poder de abajo impulsa a los
hombres a guerrear contra el Cielo. Hay seres humanos que se han
coligado con las potencias satánicas para anular la ley de Dios. Los
habitantes de la tierra se están volviendo rápidamente como los con-
temporáneos de Noé, que el diluvio se llevó, y como los habitantes
de Sodoma, que el fuego consumió. Las potencias de Satanás se
esfuerzan por distraer las mentes de las realidades eternas.
El enemigo ha dispuesto las cosas de manera que favorezcan sus
planes. Negocios, deportes, modas; he aquí las cosas que ocupan
las mentes de hombres y mujeres. El juicio es falseado por las
diversiones y por las lecturas frívolas. Una larga procesión sigue
por el ancho camino que lleva a la ruina eterna. El mundo, presa de
la violencia, del libertinaje y de la embriaguez, está convirtiendo a
la iglesia. La ley de Dios, divina norma de la justicia, es declarada
abolida.
En este tiempo, un tiempo de iniquidad desbordante, una nueva
vida procedente de la Fuente de toda vida debe posesionarse de los
que tienen el amor de Dios en sus corazones, e impulsarlos a procla-
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