Página 82 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 9
conocer mejor el camino del Señor; los creyentes deben recibir en
ella una educación que los habilite para ayudar a otros.
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La mejor ayuda que los predicadores pueden dar a los miembros
de nuestras iglesias, no consiste en sermonearlos, sino en trazarles
planes de trabajo. Dad a cada uno un trabajo que ayude al prójimo.
Enseñad a todos que, por haber recibido la gracia de Cristo, tienen
el deber de trabajar por él. Especialmente a las personas que hace
poco aceptaron la fe, debe enseñárseles a colaborar con Dios. Si
se los pone a trabajar, los abatidos se olvidarán muy pronto de su
desaliento; el débil se tornará fuerte; el ignorante, inteligente; y
todos aprenderán a presentar la verdad tal cual es en Jesús. Hallarán
una ayuda segura en Aquel que prometió salvar a quienes se allegan
a él.
En algunas de nuestras asociaciones, los dirigentes han vacila-
do en introducir esos métodos prácticos de instrucción. Algunos
son más propensos a sermonear que a instruir. Pero con motivo
de nuestros congresos, no debemos perder de vista la posibilidad
que se nos brinda de enseñar a los hermanos y hermanas a hacer
trabajo misionero práctico donde viven. En muchos casos, en esas
asambleas, convendrá designar a ciertos hombres escogidos para la
responsabilidad de impartir enseñanza en los diferentes ramos de
actividad. Enseñen algunos a los miembros a dar estudios bíblicos y
a dirigir reuniones familiares. Otros pueden encargarse de enseñar
los principios de la salud y de la temperancia, y la manera de tratar
a los enfermos. Otros aún pueden trabajar en favor de la obra con
nuestros periódicos y libros. Y que obreros escogidos manifiesten
interés especial en enseñar a muchos cómo distribuir
Palabras de
vida del gran Maestro
y
El ministerio de curación
.
Muchos no han aprendido a vender los libros dedicados al ade-
lanto de nuestra obra institucional. Pero tales personas no debieran
excusarse. Debieran estudiar con diligencia cómo desempeñar su
parte fielmente en relación con la circulación de esos preciosos
libros. Nuestras escuelas y sanatorios deben administrarse en un
elevado plano de eficiencia, y sobre todos nosotros descansa la so-
lemne responsabilidad de ayudar a colocar estas instituciones sobre
un terreno ventajoso mediante el recurso de hacer circular amplia-
mente los libros destinados a solventar esas instituciones. Dios será
glorificado por todos los que participen activamente en la obra de