Página 36 - El Camino a Cristo (1993)

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Capítulo 5—La consagración
La promesa de Dios es: “Me buscaréis y me hallaréis cuando me
buscareis de todo vuestro corazón.
Debemos dar a Dios todo el corazón, o no se realizará el cambio
que se ha de efectuar en nosotros, por el cual hemos de ser trans-
formados conforme a la semejanza divina. Por naturaleza estamos
enemistados con Dios. El Espíritu Santo describe nuestra condición
en palabras como éstas: “Muertos en las transgresiones y los peca-
dos,
“la cabeza toda está ya enferma, el corazón todo desfallecido,”
“no queda ya en él cosa sana.
Nos sujetan firmemente los lazos de
Satanás, “por el cual” hemos “sido apresados, para hacer su volun-
tad.
Dios quiere sanarnos y libertarnos. Pero como esto exige una
transformación completa y la renovación de toda nuestra naturaleza,
debemos entregarnos a El completamente.
La guerra contra nosotros mismos es la batalla más grande que
jamás se haya reñido. El rendirse a sí mismo, entregando todo a
la voluntad de Dios, requiere una lucha; mas para que el alma sea
renovada en santidad, debe someterse antes a Dios.
El gobierno de Dios no se funda en una sumisión ciega ni en una
reglamentación irracional, como Satanás quiere hacerlo aparecer. Al
contrario, apela al entendimiento y a la conciencia. “¡Venid, pues,
y arguyamos juntos!
es la invitación del Creador a los seres que
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formó. Dios no fuerza la voluntad de sus criaturas. No puede aceptar
un homenaje que no le sea otorgado voluntaria e inteligentemente.
Una mera sumisión forzada impediría todo desarrollo real del enten-
dimiento y del carácter: haría del hombre un simple autómata. Tal
no es el designio del Creador. El desea que el hombre, que es la obra
maestra de su poder creador, alcance el más alto desarrollo posible.
Nos presenta la gloriosa altura a la cual quiere elevarnos mediante
su gracia. Nos invita a entregarnos a El para que pueda cumplir su
voluntad en nosotros. A nosotros nos toca decidir si queremos ser
libres de la esclavitud del pecado para compartir la libertad gloriosa
de los hijos de Dios.
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