Página 38 - El Camino a Cristo (1993)

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El Camino a Cristo
menospreciando todo su amor y sacrificio? Viendo la humillación
infinita del Señor de gloria, ¿murmuraremos porque no podemos
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entrar en la vida sino a costa de conflictos y humillación propia?
Muchos corazones orgullosos preguntan: “¿Por qué necesitamos
arrepentirnos y humillarnos antes de poder tener la seguridad de que
somos aceptados por Dios?” Mirad a Cristo. En El no había pecado
alguno, y lo que es más, era el Príncipe del cielo; y sin embargo, por
causa del hombre se hizo pecado. “Con los transgresores fué conta-
do: y él mismo llevó el pecado de muchos, y por los transgresores
intercedió.
¿Y qué abandonamos cuando lo damos todo? Un corazón man-
chado de pecado, para que el Señor Jesús lo purifique y lo limpie
con su propia sangre, para que lo salve con su incomparable amor.
¡Y sin embargo, los hombres hallan difícil renunciar a todo! Me
avergüenzo de oírlo decir y de escribirlo.
Dios no nos pide que renunciemos a cosa alguna cuya retención
contribuiría a nuestro mayor provecho. En todo lo que hace, tiene
presente el bienestar de sus hijos. ¡Ojalá que todos aquellos que no
han decidido seguir a Cristo pudieran comprender que El tiene algo
muchísimo mejor que ofrecerles que cuanto están buscando por sí
mismos! El hombre inflige el mayor perjuicio e injusticia a su propia
alma cuando piensa y obra de un modo contrario a la voluntad de
Dios. Ningún gozo real puede haber en la senda prohibida por Aquel
que conoce lo que es mejor y proyecta el bien de sus criaturas. La
senda de la transgresión es el camino de la miseria y la destrucción.
Es un error dar cabida al pensamiento de que Dios se complace
en ver sufrir a sus hijos. Todo el cielo está interesado en la felici-
dad del hombre. Nuestro Padre celestial no cierra las avenidas del
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gozo a ninguna de sus criaturas. Los requerimientos de Dios nos
invitan a rehuir todos los placeres que traen consigo sufrimiento y
contratiempos, que nos cierran la puerta de la felicidad y del cielo.
El Redentor del mundo acepta a los hombres tales como son, con
todas sus necesidades, imperfecciones y debilidades; y no solamente
los limpiará de pecado y les concederá redención por su sangre, sino
que satisfará el anhelo de todos los que consientan en llevar su yugo
y su carga. Es su designio dar paz y descanso a todos los que acudan
a El en busca del pan de vida. Sólo nos pide que cumplamos los
deberes que guíen nuestros pasos a las alturas de una felicidad que