Capítulo 6—Maravillas obradas por la fe
A medida que vuestra conciencia ha sido vivificada por el Es-
píritu Santo, habéis visto algo de la perversidad del pecado, de su
poder, su culpa, su miseria; y lo miráis con aborrecimiento. Sentís
que el pecado os separó de Dios y que estáis bajo la servidumbre
del poder del mal. Cuanto más lucháis por escaparos, tanto mejor
comprendéis vuestra falta de fuerza. Vuestros motivos son impu-
ros; vuestro corazón, corrompido. Veis que vuestra vida ha estado
colmada de egoísmo y pecado. Ansiáis ser perdonados, limpiados y
libertados. ¿Qué podéis hacer para obtener la armonía con Dios y
asemejaros a El?
Lo que necesitáis es paz, tener en el alma el perdón, la paz y el
amor del Cielo. No se los puede comprar con dinero; la inteligencia
y la sabiduría no pueden alcanzarlos ni podéis esperar conseguirlos
por vuestro propio esfuerzo. Pero Dios os los ofrece como un don,
“sin dinero y sin precio.
Son vuestros, con tal que extendáis la
mano para tomarlos. El Señor dice: “¡Aunque vuestros pecados
fuesen como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque
fuesen rojos como el carmesí, como lana quedarán!
“También os
daré un nuevo corazón, y pondré un espíritu nuevo en medio de
vosotros.
Habéis confesado vuestros pecados y en vuestro corazón los
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habéis desechado. Habéis resuelto entregaros a Dios. Id pues a El,
y pedidle que os limpie de vuestros pecados, y os dé un corazón
nuevo. Creed que lo hará
porque lo ha prometido
. Esta es la lección
que el Señor Jesús enseñó mientras estuvo en la tierra. Debemos
creer que recibimos el don que Dios nos promete, y lo poseemos. El
Señor Jesús sanaba a los enfermos cuando tenían fe en su poder; les
ayudaba con las cosas que podían ver; así les inspiraba confianza
en El tocante a las cosas que no podían ver y los inducía a creer
en su poder de perdonar los pecados. Esto se ve claramente en el
caso del paralítico:
“Mas para que sepáis que el Hijo del hombre
tiene potestad en la tierra de perdonar pecados
(dijo entonces al
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