Página 71 - El Camino a Cristo (1993)

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¿Puede el hombre comunicarse con la divinidad?
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Nuestro Padre celestial está esperando para derramar sobre no-
sotros la plenitud de sus bendiciones. Es privilegio nuestro beber
abundantemente en la fuente del amor infinito. ¡Cuán extraño es que
oremos tan poco! Dios está pronto y dispuesto a oír la oración de
sus hijos, y no obstante hay de nuestra parte mucha vacilación para
presentar nuestras necesidades delante de Dios. ¿Qué pueden los
ángeles del cielo pensar de unos seres humanos pobres y sin fuerza,
sujetos a la tentación, y que sin embargo oran tan poco y tienen tan
poca fe, cuando el gran Dios lleno de infinito amor se compadece de
ellos y está pronto para darles más de lo que pueden pedir o pensar?
Los ángeles se deleitan en postrarse delante de Dios y en estar cerca
de El. Es su mayor delicia estar en comunión con Dios; y con todo,
los hijos de los hombres, que tanto necesitan la ayuda que sólo Dios
puede dar, parecen satisfechos con andar privados de la luz de su
Espíritu y de la compañía de su presencia.
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Las tinieblas del malo cercan a aquellos que descuidan la ora-
ción. Las tentaciones secretas del enemigo los incitan al pecado; y
todo porque ellos no se valen del privilegio de orar que Dios les ha
concedido. ¿Por qué los hijos e hijas de Dios han de ser tan remisos
para orar, cuando la oración es la llave en la mano de la fe para abrir
el almacén del cielo, donde están atesorados los recursos infinitos de
la Omnipotencia? Sin oración incesante y vigilancia diligente corre-
mos el riesgo de volvernos indiferentes y de desviarnos del sendero
recto. Nuestro adversario procura constantemente obstruir el ca-
mino al propiciatorio, para que no obtengamos, mediante fervientes
súplicas y fe, gracia y poder para resistir la tentación.
Hay ciertas condiciones de acuerdo con las cuales podemos
esperar que Dios oiga y conteste nuestras oraciones. Una de las
primeras es que sintamos necesidad de la ayuda que El puede dar.
Nos ha dejado esta promesa: “Porque derramaré aguas sobre la tierra
sedienta, y corrientes sobre el sequedal.
Los que tienen hambre y
sed de justicia, los que suspiran por Dios, pueden estar seguros de
que serán saciados. El corazón debe estar abierto a la influencia del
Espíritu; de otra manera no puede recibir las bendiciones de Dios.
Nuestra gran necesidad es en sí misma un argumento, y habla
elocuentemente en nuestro favor. Pero se necesita buscar al Señor
para que haga estas cosas por nosotros. Nos dice: “Pedid, y se os
dará.
Y “el que ni aun a su propio Hijo perdonó, sino que le entregó