Página 72 - El Camino a Cristo (1993)

Basic HTML Version

68
El Camino a Cristo
por todos nosotros, ¿cómo no nos ha de dar también de pura gracia,
todas las cosas juntamente con él?
Si toleramos la iniquidad en nuestro corazón, si nos aferramos
[96]
a algún pecado conocido, el Señor no nos oirá: mas la oración del
alma arrepentida y contrita será siempre aceptada. Cuando hayamos
confesado con corazón contrito, y reparado en lo posible todos
nuestros pecados conocidos, podremos esperar que Dios contestará
nuestras oraciones. Nuestros propios méritos no nos recomiendan a
la gracia de Dios. Es el mérito del Señor Jesús lo que nos salva y su
sangre lo que nos limpia; sin embargo nosotros tenemos una obra
que hacer para cumplir las condiciones de la aceptación. La oración
eficaz tiene otro elemento: la fe. “Porque es preciso que el que viene
a Dios, crea que existe, y que se ha constituido remunerador de los
que le buscan.
El Señor Jesús dijo a sus discípulos: “Todo cuanto
pidiereis en la oración, creed que lo recibisteis ya; y lo tendréis.
¿Creéis al pie de la letra todo lo que nos dice?
La seguridad es amplia e ilimitada, y fiel es el que ha prometido.
Cuando no recibimos precisamente y al instante las cosas que pe-
dimos, debemos seguir creyendo que el Señor oye y que contestará
nuestras oraciones. Somos tan cortos de vista y propensos a errar,
que algunas veces pedimos cosas que no serían una bendición para
nosotros, y nuestro Padre celestial contesta con amor nuestras ora-
ciones dándonos aquello que es para nuestro más alto bien, aquello
que nosotros mismos desearíamos si, alumbrados de celestial saber,
pudiéramos ver todas las cosas como realmente son. Cuando nos
parezca que nuestras oraciones no son contestadas, debemos aferrar-
nos a la promesa; porque el tiempo de recibir contestación vendrá
seguramente y recibiremos las bendiciones que más necesitamos.
Por supuesto, pretender que nuestras oraciones sean siempre contes-
[97]
tadas en la misma forma y según la cosa particular que pidamos, es
presunción. Dios es demasiado sabio para equivocarse, y demasiado
bueno para negar un bien a los que andan en integridad. Así que
no temáis confiar en El, aunque no veáis la inmediata respuesta a
vuestras oraciones. Confiad en la seguridad de su promesa: “Pedid,
y se os dará.”
Si consultamos nuestras dudas y temores, o antes de tener fe
procuramos resolver todo lo que no veamos claramente, las perpleji-
dades no harán sino acrecentarse y ahondarse. Pero si nos allegamos