¿Puede el hombre comunicarse con la divinidad?
            
            
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              infinitamente mayores por amar a Dios que por amar a nuestros
            
            
              amigos terrenales, y debería ser la cosa más natural del mundo darle
            
            
              el primer lugar en nuestros pensamientos, hablar de su bondad y
            
            
              [103]
            
            
              alabar su poder. Los ricos dones que ha derramado sobre nosotros no
            
            
              estaban destinados a absorber nuestros pensamientos y amor de tal
            
            
              manera que nada tuviéramos que dar a Dios; al contrario, debieran
            
            
              hacernos acordar constantemente de El y unirnos por vínculos de
            
            
              amor y gratitud a nuestro Benefactor celestial. Vivimos demasiado
            
            
              apegados a lo terreno. Levantemos nuestros ojos hacia la puerta
            
            
              abierta del santuario celestial, donde la luz de la gloria de Dios res-
            
            
              plandece en el rostro de Cristo, quien “también, puede salvar hasta
            
            
              lo sumo a los que se acercan a Dios por medio de él.
            
            
            
            
              Necesitamos alabar más a Dios por su “misericordia” “y sus
            
            
              maravillas para con los hijos de los hombres.
            
            
            
            
              Nuestros ejercicios
            
            
              de devoción no deben consistir enteramente en pedir y recibir. No
            
            
              estemos pensando siempre en nuestras necesidades y nunca en los
            
            
              beneficios que recibimos. No oramos nunca demasiado, pero so-
            
            
              mos muy parcos en dar gracias. Constantemente estamos recibiendo
            
            
              las misericordias de Dios y, sin embargo, ¡cuán poca gratitud ex-
            
            
              presamos! ¡cuán poco le alabamos por lo que ha hecho en nuestro
            
            
              favor!
            
            
              Antiguamente el Señor ordenó esto a Israel para cuando se con-
            
            
              gregara a fin de rendirle culto: “Comeréis allí delante de Jehová
            
            
              vuestro Dios; y os regocijaréis vosotros y vuestras familias en toda
            
            
              empresa de vuestra mano, en que os habrá bendecido Jehová vues-
            
            
              tro Dios.
            
            
            
            
              Lo que se hace para gloria de Dios debe hacerse con
            
            
              alegría, con cánticos de alabanza y acción de gracias, no con tristeza
            
            
              y semblante adusto.
            
            
              Nuestro Dios es un Padre tierno y misericordioso. Su servicio
            
            
              no debe mirarse como una cosa que entristece, como un ejercicio
            
            
              que desagrada. Debe ser un placer adorar al Señor y participar en
            
            
              [104]
            
            
              su obra. Dios no quiere que sus hijos, a los cuales proporcionó una
            
            
              salvación tan grande, obren como si El fuera un amo duro y exigente.
            
            
              El es nuestro mejor amigo; y cuando le adoramos quiere estar con
            
            
              nosotros, para bendecirnos y confortarnos llenando nuestro corazón
            
            
              de alegría y amor. El Señor quiere que sus hijos hallen consuelo en
            
            
              servirle y más placer que fatiga en su obra. El quiere que quienes
            
            
              vengan a adorarle se lleven pensamientos preciosos acerca de su