¿Puede el hombre comunicarse con la divinidad?
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infinitamente mayores por amar a Dios que por amar a nuestros
amigos terrenales, y debería ser la cosa más natural del mundo darle
el primer lugar en nuestros pensamientos, hablar de su bondad y
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alabar su poder. Los ricos dones que ha derramado sobre nosotros no
estaban destinados a absorber nuestros pensamientos y amor de tal
manera que nada tuviéramos que dar a Dios; al contrario, debieran
hacernos acordar constantemente de El y unirnos por vínculos de
amor y gratitud a nuestro Benefactor celestial. Vivimos demasiado
apegados a lo terreno. Levantemos nuestros ojos hacia la puerta
abierta del santuario celestial, donde la luz de la gloria de Dios res-
plandece en el rostro de Cristo, quien “también, puede salvar hasta
lo sumo a los que se acercan a Dios por medio de él.
Necesitamos alabar más a Dios por su “misericordia” “y sus
maravillas para con los hijos de los hombres.
Nuestros ejercicios
de devoción no deben consistir enteramente en pedir y recibir. No
estemos pensando siempre en nuestras necesidades y nunca en los
beneficios que recibimos. No oramos nunca demasiado, pero so-
mos muy parcos en dar gracias. Constantemente estamos recibiendo
las misericordias de Dios y, sin embargo, ¡cuán poca gratitud ex-
presamos! ¡cuán poco le alabamos por lo que ha hecho en nuestro
favor!
Antiguamente el Señor ordenó esto a Israel para cuando se con-
gregara a fin de rendirle culto: “Comeréis allí delante de Jehová
vuestro Dios; y os regocijaréis vosotros y vuestras familias en toda
empresa de vuestra mano, en que os habrá bendecido Jehová vues-
tro Dios.
Lo que se hace para gloria de Dios debe hacerse con
alegría, con cánticos de alabanza y acción de gracias, no con tristeza
y semblante adusto.
Nuestro Dios es un Padre tierno y misericordioso. Su servicio
no debe mirarse como una cosa que entristece, como un ejercicio
que desagrada. Debe ser un placer adorar al Señor y participar en
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su obra. Dios no quiere que sus hijos, a los cuales proporcionó una
salvación tan grande, obren como si El fuera un amo duro y exigente.
El es nuestro mejor amigo; y cuando le adoramos quiere estar con
nosotros, para bendecirnos y confortarnos llenando nuestro corazón
de alegría y amor. El Señor quiere que sus hijos hallen consuelo en
servirle y más placer que fatiga en su obra. El quiere que quienes
vengan a adorarle se lleven pensamientos preciosos acerca de su