Página 18 - El Conflicto Inminente (1969)

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El Conflicto Inminente
El carácter del gran engañador se mostró tal cual era en la lucha
entre Cristo y Satanás, durante el ministerio terrenal del Salvador.
Nada habría podido desarraigar tan completamente las simpatías
que los ángeles celestiales y todo el universo leal pudieran sentir
hacia Satanás, como su guerra cruel contra el Redentor del mundo.
Su petición atrevida y blasfema de que Cristo le rindiese homenaje,
su orgullosa presunción que le hizo transportarlo a la cúspide del
monte y a las almenas del templo, la intención malévola que mostró
al instarle a que se arrojara de aquella vertiginosa altura, la inquina
implacable con la cual persiguió al Salvador por todas partes, e ins-
piró a los corazones de los sacerdotes y del pueblo a que rechazaran
su amor y a que gritaran al fin: “¡Crucifícale! ¡crucifícale!”—todo
esto despertó el asombro y la indignación del universo.
Fué Satanás el que impulsó al mundo a rechazar a Cristo. El
príncipe del mal hizo cuanto pudo y empleó toda su astucia para
matar a Jesús, pues vió que la misericordia y el amor del Salvador, su
compasión y su tierna piedad estaban representando ante el mundo
el carácter de Dios. Satanás disputó todos los asertos del Hijo de
Dios, y empleó a los hombres como agentes suyos para llenar la vida
del Salvador de sufrimientos y penas. Los sofismas y las mentiras
por medio de los cuales procuró obstaculizar la obra de Jesús, el odio
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manifestado por los hijos de rebelión, sus acusaciones crueles contra
Aquel cuya vida se rigió por una bondad sin precedente, todo ello
provenía de un sentimiento de venganza profundamente arraigado.
Los fuegos concentrados de la envidia y de la malicia, del odio y
de la venganza, estallaron en el Calvario contra el Hijo de Dios,
mientras el cielo miraba con silencioso horror.
Consumado ya el gran sacrificio, Cristo subió al cielo, rehusan-
do la adoración de los ángeles, mientras no hubiese presentado la
petición: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo
estoy, ellos estén también conmigo.”
Juan 17:24
. Entonces, con amor
y poder indecibles, el Padre respondió desde su trono: “Adórenle
todos los ángeles de Dios.”
Hebreos 1:6
. No había ni una mancha en
Jesús. Acabada su humillación, cumplido su sacrificio, le fué dado
un nombre que está por encima de todo otro nombre.
Entonces fué cuando la culpabilidad de Satanás se destacó en
toda su desnudez. Había dado a conocer su verdadero carácter de
mentiroso y asesino. Se echó de ver que el mismo espíritu con el