Página 19 - El Conflicto Inminente (1969)

Basic HTML Version

El origen del mal y del dolor
15
cual él gobernaba a los hijos de los hombres que estaban bajo su
poder, lo habría manifestado en el cielo si hubiese podido gobernar
a los habitantes de éste. Había aseverado que la transgresión de la
ley de Dios traería consigo libertad y ensalzamiento; pero lo que
trajo en realidad fué servidumbre y degradación.
Los falsos cargos de Satanás contra el carácter del gobierno
divino aparecieron en su verdadera luz. El había acusado a Dios de
buscar tan sólo su propia exaltación con las exigencias de sumisión y
obediencia por parte de sus criaturas, y había declarado que mientras
el Creador exigía que todos se negasen a sí mismos él mismo no
practicaba la abnegación ni hacía sacrificio alguno. Entonces se vió
que para salvar una raza caída y pecadora, el Legislador del universo
había hecho el mayor sacrificio que el amor pudiera inspirar, pues
“Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo a sí.”
2 Corintios
[16]
5:19
. Vióse además que mientras Lucifer había abierto la puerta
al pecado debido a su sed de honores y supremacía, Cristo, para
destruir el pecado, se había humillado y hecho obediente hasta la
muerte.
Dios había manifestado cuánto aborrece los principios de rebe-
lión. Todo el cielo vió su justicia revelada, tanto en la condenación
de Satanás como en la redención del hombre. Lucifer había decla-
rado que si la ley de Dios era inmutable y su penalidad irremisible,
todo transgresor debía ser excluído para siempre de la gracia del
Creador. El había sostenido que la raza pecaminosa se encontraba
fuera del alcance de la redención, y era por consiguiente presa legí-
tima suya. Pero la muerte de Cristo fué un argumento irrefutable en
favor del hombre. La penalidad de la ley caía sobre él que era igual
a Dios, y el hombre quedaba libre de aceptar la justicia de Dios y de
triunfar del poder de Satanás mediante una vida de arrepentimiento
y humillación, como el Hijo de Dios había triunfado. Así Dios es
justo, al mismo tiempo que justifica a todos los que creen en Jesús.
Pero no fué tan sólo para realizar la redención del hombre para
lo que Cristo vino a la tierra a sufrir y morir. Vino para engrandecer
la ley y hacerla honorable. Ni fué tan sólo para que los habitantes de
este mundo respetasen la ley cual debía ser respetada, sino también
para demostrar a todos los mundos del universo que la ley de Dios
es inmutable. Si las exigencias de ella hubiesen podido descartarse,
el Hijo de Dios no habría necesitado dar su vida para expiar la trans-