Página 31 - El Conflicto Inminente (1969)

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Las asechanzas del enemigo
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Satanás puede presentar una impostura tan parecida a la verdad,
que engañe a todos los que están dispuestos a ser engañados y que
retroceden ante la abnegación y los sacrificios reclamados por la
verdad; pero no puede de ningún modo retener en su poder una
sola alma que desee sinceramente y a todo trance conocer la verdad.
Cristo es la verdad y “la luz verdadera, que alumbra a todo hombre
que viene a este mundo.”
Juan 1:9
. El espíritu de verdad ha sido
enviado para guiar a los hombres en toda verdad. Y la siguiente de-
claración ha sido hecha bajo la autoridad del Hijo de Dios: “Buscad,
y hallaréis.” “El que quisiere hacer su voluntad [del Padre], conocerá
de la doctrina.”
Mateo 7:7
;
Juan 7:17
.
Los discípulos de Cristo saben muy poco de las tramas que
Satanás y sus huestes urden contra ellos. Pero el que está sentado en
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los cielos hará servir todas esas maquinaciones para el cumplimiento
de sus altos designios. Si el Señor permite que su pueblo pase por el
fuego de la tentación, no es porque se goce en sus penas y aflicciones,
sino porque esas pruebas son necesarias para su victoria final. El
no podría, en conformidad con su propia gloria, preservarlo de la
tentación; pues el objeto de la prueba es precisamente prepararlo
para resistir a todas las seducciones del mal.
Ni los impíos ni los demonios pueden oponerse a la obra de Dios
o privar de su presencia a su pueblo, siempre que éste quiera con
corazón sumiso y contrito confesar y abandonar sus pecados y afe-
rrarse con fe a las promesas divinas. Toda tentación, toda influencia
contraria, ya manifiesta o secreta, puede ser resistida victoriosamen-
te: “¡No por esfuerzo, ni con poder, sino por mi Espíritu! dice Jehová
de los Ejércitos.”
Zacarías 4:6 (VM)
.
Satanás sabe muy bien que el alma más débil pero que permanece
en Jesús puede más que todas las huestes de las tinieblas, y que si se
presentase abiertamente se le haría frente y se le resistiría. Por esto
trata de atraer a los soldados de la cruz fuera de su baluarte, mientras
que él mismo permanece con sus fuerzas en emboscada, listo para
destruir a todos aquellos que se aventuren a entrar en su territorio.
Sólo podemos estar seguros cuando confiamos humildemente en
Dios y obedecemos todos sus mandamientos.
Nadie que no ore puede estar seguro un solo día o una sola hora.
Debemos sobre todo pedir al Señor que nos dé sabiduría para com-
prender su Palabra. En ella es donde están puestos de manifiesto los