Página 43 - El Conflicto Inminente (1969)

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¿Pueden hablarnos nuestros muertos?
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induce a los hombres a enorgullecerse tanto de su propia sabiduría,
que en el fondo de su corazón desprecian al Dios eterno. Ese ser
poderoso que pudo transportar al Redentor del mundo a un altísimo
monte y poner ante su vista todos los reinos y la gloria de la tierra,
presentará sus tentaciones a los hombres y pervertirá los sentidos de
todos los que no estén protegidos por el poder divino.
Pero nadie tiene por qué dejarse alucinar por los asertos engaño-
sos del espiritismo. Dios ha dado a los hombres luz suficiente para
que puedan descubrir la trampa. Como ya lo hemos visto, la teoría
que constituye el fundamento mismo del espiritismo está en plena
contradicción con las declaraciones más terminantes de las Santas
Escrituras. La Biblia declara que los muertos no saben nada, que
sus pensamientos han perecido; no tienen parte en nada de lo que se
hace bajo el sol; no saben nada de las dichas ni de las penas de los
que les eran más caros en la tierra.
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Además, Dios ha prohibido expresamente toda supuesta comu-
nicación con los espíritus de los muertos. En tiempo de los hebreos
había una clase de personas que pretendía, como los espiritistas de
nuestros días, sostener comunicaciones con los muertos. Pero la Bi-
blia declara que los “espíritus,” como se solía llamar a los visitantes
de otros mundos, son “espíritus de demonios.” Compárese
Números
25:1-3
;
Salmos 106:28
;
1 Corintios 10:20
;
Apocalipsis 16:14
. La
costumbre de tratar con espíritus o adivinos fué declarada abomina-
ción para el Señor y era solemnemente prohibida so pena de muerte.
Levítico 19:31
;
20:27
. Aun el nombre de la hechicería es objeto de
desprecio en la actualidad. El aserto de que los hombres pueden
tener comunicación con malos espíritus es considerado como una
fábula de la Edad Media. Pero el espiritismo, que cuenta con cente-
nares de miles y hasta con millones de adherentes, que se ha abierto
camino entre las sociedades científicas, que ha invadido iglesias y
que ha sido acogido con favor entre los cuerpos legislativos y hasta
en las cortes de los reyes—este engaño colosal no es más que la
reaparición, bajo un nuevo disfraz, de la hechicería condenada y
prohibida en la antigüedad.
Si no existiera otra evidencia tocante a la naturaleza real del
espiritismo, debería bastar a todo cristiano el hecho de que los es-
píritus no hacen ninguna diferencia entre lo que es justo y lo que
es pecado, entre el más noble y puro de los apóstoles de Cristo y