Página 94 - El Conflicto Inminente (1969)

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El Conflicto Inminente
solemne la contemplan mientras va acercándose a la tierra, volvién-
dose más luminosa y más gloriosa hasta convertirse en una gran
nube blanca, cuya base es como fuego consumidor, y sobre ella el ar-
co iris del pacto. Jesús marcha al frente como un gran conquistador.
Ya no es “varón de dolores,” que haya de beber el amargo cáliz de
la ignominia y de la maldición; victorioso en el cielo y en la tierra,
viene a juzgar a vivos y muertos. “Fiel y veraz,” “en justicia juzga y
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hace guerra.” “Y los ejércitos que están en el cielo le seguían.”
Apo-
calipsis 19:11, 14 (VM)
. Con cantos celestiales los santos ángeles,
en inmensa e innumerable muchedumbre, le acompañan en el des-
censo. El firmamento parece lleno de formas radiantes,—“millones
de millones, y millares de millares.” Ninguna pluma humana puede
describir la escena, ni mente mortal alguna es capaz de concebir
su esplendor. “Su gloria cubre los cielos, y la tierra se llena de su
alabanza. También su resplandor es como el fuego.”
Habacuc 3:3,
4 (VM)
. A medida que va acercándose la nube viviente, todos los
ojos ven al Príncipe de la vida. Ninguna corona de espinas hiere ya
sus sagradas sienes, ceñidas ahora por gloriosa diadema. Su rostro
brilla más que la luz deslumbradora del sol de mediodía. “Y en su
vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre:
Rey de reyes y
Señor de señores.”
Apocalipsis 19:16
.
Ante su presencia, “hanse tornado pálidos todos los rostros;” el
terror de la desesperación eterna se apodera de los que han rechazado
la misericordia de Dios. “Se deslíe el corazón, y se baten las rodillas,
... y palidece el rostro de todos.”
Jeremías 30:6
;
Nahúm 2:10 (VM)
.
Los justos gritan temblando: “¿Quién podrá estar firme?” Termina
el canto de los ángeles, y sigue un momento de silencio aterrador.
Entonces se oye la voz de Jesús, que dice: “¡Bástaos mi gracia!” Los
rostros de los justos se iluminan y el corazón de todos se llena de
gozo. Y los ángeles entonan una melodía más elevada, y vuelven a
cantar al acercarse aún más a la tierra.
El Rey de reyes desciende en la nube, envuelto en llamas de
fuego. El cielo se recoge como un libro que se enrolla, la tierra
tiembla ante su presencia, y todo monte y toda isla se mueven de sus
lugares. “Vendrá nuestro Dios, y no callará: fuego consumirá delante
de él, y en derredor suyo habrá tempestad grande. Convocará a los
cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo.”
Salmos 50:3,
4
.