Página 95 - El Conflicto Inminente (1969)

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Liberación y refugio para los justos
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“Y los reyes de la tierra, y los príncipes, y los ricos, y los capita-
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nes, y los fuertes, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las
cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las
peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos de la cara de aquel que
está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero: porque el gran
día de su ira es venido; ¿y quién podrá estar firme?”
Apocalipsis
6:15-17
.
Cesaron las burlas. Callan los labios mentirosos. El choque de
las armas y el tumulto de la batalla, “con revolcamiento de vestidura
en sangre” (
Isaías 9:5
), han concluído. Sólo se oyen ahora voces de
oración, llanto y lamentación. De las bocas que se mofaban poco
antes, estalla el grito: “El gran día de su ira es venido; ¿y quién podrá
estar firme?” Los impíos piden ser sepultados bajo las rocas de las
montañas, antes que ver la cara de Aquel a quien han despreciado y
rechazado.
Conocen esa voz que penetra hasta el oído de los muertos. ¡Cuán-
tas veces sus tiernas y quejumbrosas modulaciones no los han lla-
mado al arrepentimiento! ¡Cuántas veces no ha sido oída en las
conmovedoras exhortaciones de un amigo, de un hermano, de un
Redentor! Para los que rechazaron su gracia, ninguna otra podría
estar tan llena de condenación ni tan cargada de acusaciones, como
esta voz que tan a menudo exhortó con estas palabras: “Volveos,
volveos de vuestros caminos malos, pues ¿por qué moriréis?”
Eze-
quiel 33:11 (VM)
. ¡Oh, si sólo fuera para ellos la voz de un extraño!
Jesús dice: “Por cuanto llamé, y no quisisteis; extendí mi mano,
y no hubo quien escuchase; antes desechasteis todo consejo mío,
y mi reprensión no quisisteis.”
Proverbios 1:24, 25
. Esa voz des-
pierta recuerdos que ellos quisieran borrar, de avisos despreciados,
invitaciones rechazadas, privilegios desdeñados.
Allí están los que se mofaron de Cristo en su humillación. Con
fuerza penetrante acuden a su mente las palabras del Varón de dolo-
res, cuando, conjurado por el sumo sacerdote, declaró solemnemente:
“Desde ahora habéis de ver al Hijo del hombre sentado a la diestra
de la potencia de Dios, y que viene en las nubes del cielo.”
Mateo
26:64
. Ahora le ven en su gloria, y deben verlo aún sentado a la
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diestra del poder divino.
Los que pusieron en ridículo su aserto de ser el Hijo de Dios
enmudecen ahora. Allí está el altivo Herodes que se burló de su