Página 96 - El Conflicto Inminente (1969)

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El Conflicto Inminente
título real y mandó a los soldados escarnecedores que le coronaran.
Allí están los hombres mismos que con manos impías pusieron sobre
su cuerpo el manto de grana, sobre sus sagradas sienes la corona de
espinas y en su dócil mano un cetro burlesco, y se inclinaron ante él
con burlas de blasfemia. Los hombres que golpearon y escupieron al
Príncipe de la vida, tratan de evitar ahora su mirada penetrante y de
huir de la gloria abrumadora de su presencia. Los que atravesaron
con clavos sus manos y sus pies, los soldados que le abrieron el
costado, consideran esas señales con terror y remordimiento.
Los sacerdotes y los escribas recuerdan los acontecimientos del
Calvario con claridad aterradora. Llenos de horror recuerdan cómo,
moviendo sus cabezas con arrebato satánico, exclamaron: “A otros
salvó, a sí mismo no puede salvar: si es el Rey de Israel, descienda
ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios; líbrele ahora si
le quiere.”
Mateo 27:42, 43
.
Recuerdan a lo vivo la parábola de los labradores que se negaron
a entregar a su señor los frutos de la viña, que maltrataron a sus
siervos y mataron a su hijo. También recuerdan la sentencia que
ellos mismos pronunciaron: “A los malos destruirá miserablemente”
el señor de la viña. Los sacerdotes y escribas ven en el pecado y en el
castigo de aquellos malos labradores su propia conducta y su propia
y merecida suerte. Y entonces se levanta un grito de agonía mortal.
Más fuerte que los gritos de “¡Sea crucificado! ¡Sea crucificado!”
que resonaron por las calles de Jerusalén, estalla el clamor terrible
y desesperado: “¡Es el Hijo de Dios! ¡Es el verdadero Mesías!”
Tratan de huir de la presencia del Rey de reyes. En vano tratan
de esconderse en las hondas cuevas de la tierra desgarrada por la
conmoción de los elementos.
En la vida de todos los que rechazan la verdad, hay momentos en
que la conciencia se despierta, en que la memoria evoca el recuerdo
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aterrador de una vida de hipocresía, y el alma se siente atormentada
de vanos pesares. Mas ¿qué es eso comparado con el remordimiento
que se experimentará aquel día “cuando viniere cual huracán vuestro
espanto, y vuestra calamidad, como torbellino”?
Proverbios 1:27
(VM)
. Los que habrían querido matar a Cristo y a su pueblo fiel son
ahora testigos de la gloria que descansa sobre ellos. En medio de su
terror oyen las voces de los santos que exclaman en unánime júbilo: