Página 97 - El Conflicto Inminente (1969)

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Liberación y refugio para los justos
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“¡He aquí éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará!”
Isaías 25:9
.
Entre las oscilaciones de la tierra, las llamaradas de los relám-
pagos y el fragor de los truenos, el Hijo de Dios llama a la vida
a los santos dormidos. Dirige una mirada a las tumbas de los jus-
tos, y levantando luego las manos al cielo, exclama: “¡Despertaos,
despertaos, despertaos, los que dormís en el polvo, y levantaos!”
Por toda la superficie de la tierra, los muertos oirán esa voz; y los
que la oigan vivirán. Y toda la tierra repercutirá bajo las pisadas de
la multitud extraordinaria de todas las naciones, tribus, lenguas y
pueblos. De la prisión de la muerte sale revestida de gloria inmortal
gritando: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro,
tu victoria?”
1 Corintios 15:55
. Y los justos vivos unen sus voces a
las de los santos resucitados en prolongada y alegre aclamación de
victoria.
Todos salen de sus tumbas de igual estatura que cuando en ellas
fueran depositados. Adán, que se encuentra entre la multitud resu-
citada, es de soberbia altura y formas majestuosas, de porte poco
inferior al del Hijo de Dios. Presenta un contraste notable con los
hombres de las generaciones posteriores; en este respecto se nota la
gran degeneración de la raza humana. Pero todos se levantan con la
lozanía y el vigor de eterna juventud. Al principio, el hombre fué
creado a la semejanza de Dios, no sólo en carácter, sino también en
lo que se refiere a la forma y a la fisonomía. El pecado borró e hizo
desaparecer casi por completo la imagen divina; pero Cristo vino a
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restaurar lo que se había malogrado. El transformará nuestros cuer-
pos viles y los hará semejantes a la imagen de su cuerpo glorioso.
La forma mortal y corruptible, desprovista de gracia, manchada en
otro tiempo por el pecado, se vuelve perfecta, hermosa e inmortal.
Todas las imperfecciones y deformidades quedan en la tumba. Rein-
tegrados en su derecho al árbol de la vida, en el desde tanto tiempo
perdido Edén, los redimidos crecerán hasta alcanzar la estatura per-
fecta de la raza humana en su gloria primitiva. Las últimas señales
de la maldición del pecado serán quitadas, y los fieles discípulos
de Cristo aparecerán en “la hermosura de Jehová nuestro Dios,”
reflejando en espíritu, cuerpo y alma la imagen perfecta de su Señor.
¡Oh maravillosa redención, tan descrita y tan esperada, contemplada
con anticipación febril, pero jamás enteramente comprendida!