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Preguntas que una señorita debiera hacer antes del matrimonio
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Esta carta a Nélida contiene preguntas parecidas a la carta ante-
rior dirigida a Rodolfo. El grupo con el cual ella se asociaba no era
bueno. Su pretendiente era irreverente, perezoso y de lenguaje im-
puro. Tenía, además, otros hábitos objetables. Elena G. de White le
dirigió a ella algunas preguntas muy directas que muy bien podrían
aplicarse también a ti al leer esta carta.
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Norfolk Villa, Prospect St.
Grandville, N.S.W.
Agosto 9, 1894
Querida Nélida,
Me siento agradecida a Dios porque amas la verdad y porque
amas a Jesús; y anhelo que continúes tu camino hacia adelante y
hacia arriba a fin de que puedas alcanzar la norma del carácter
cristiano que se revela en la Palabra de Dios. Que la Palabra de
Dios sea tu libro guía a fin de que en todo puedas ser modelada en
conducta y carácter de acuerdo a sus requerimientos
.
Eres propiedad del Señor tanto por creación como por reden-
ción. Puedes ser una luz en tu hogar, y ejercer continuamente una
influencia salvadora viviendo la verdad Cuando la verdad está en el
corazón, su influencia salvadora es percibida por todos los que vi-
ven en la casa. Sobre ti descansa una responsabilidad sagrada, que
requiere que mantengas tu alma pura consagrándote enteramente
al Señor
.
Tus amigos que se muestran totalmente contrarios a las cosas
espirituales, no son refinados, ennoblecidos y elevados por la prác-
tica de la verdad No están bajo la conducción de Cristo, sino bajo
el estandarte negro del príncipe de las tinieblas. Asociarse con los
que ni temen ni aman a Dios—a menos que tu asociación con ellos
responda al propósito de ganarlos para Jesús—será en detrimento
de tu espiritualidad Si no puedes elevarlos, la influencia de ellos
te afectará corrompiendo y contaminando tu fe. Es correcto que
los trates amablemente, pero no lo es que los ames y que busques
su compañía, porque si escoges la atmósfera que rodea sus almas,
abandonarás el compañerismo con Jesús
.
Por la luz que al Señor le ha complacido darme, quiero advertirte
que estás en peligro de ser engañada por el enemigo. Estás en
peligro de elegir tu propio camino, de no seguir el consejo de Dios
ni de caminar en obediencia a la voluntad de él
.