Página 40 - Cartas a J

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Cuando el amor es ciego
Dos personas llegan a conocerse, se enamoran ciegamente y cada
una absorbe la atención de la otra. Se oscurece la razón y se depone
el criterio. No quieren someterse a ningún consejo ni gobierno sino
que insisten en hacer su voluntad, indiferentes a las consecuencias.
La infatuación que los posee es como una epidemia o contagio
que tiene que seguir su curso, y no parece haber forma de detener
las cosas. Quizá haya entre los que los rodean quienes se den cuenta
de que si los interesados se unen en matrimonio serán desgraciados
toda la vida. Pero son vanos todos los ruegos y las exhortaciones.
Quizás se aminore y destruya con tal unión la utilidad de uno a quien
Dios bendeciría en su servicio, pero el razonamiento y la persuasión
son igualmente desatendidos.
Ningún efecto tiene lo que puedan decir los hombres y mujeres
de experiencia; es impotente para cambiar la decisión a la cual
los han conducido sus deseos. Pierden el interés por la reunión de
oración y por todo lo que pertenece a la religión. Están cegados
mutuamente y se descuidan los deberes de la vida, como si fuesen
asuntos de poca importancia...
El buen nombre del honor es sacrificado bajo el hechizo de esta
ceguera, y no puede ser solemnizado el matrimonio de tales personas
bajo la aprobación de Dios. Se han casado porque la pasión los
impulsó, y cuando haya pasado la novedad del asunto, empezarán
a darse cuenta de lo que han hecho. A los seis meses de haber
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hecho el voto, sus sentimientos han experimentado un cambio. En la
vida conyugal, cada uno ha llegado a conocer mejor el carácter del
compañero escogido. Cada uno descubre imperfecciones que no se
veían durante la ceguera y locura de sus relaciones anteriores. Las
promesas hechas ante el altar ya no los ligan. Como consecuencia
de los matrimonios precipitados, hay, aun entre el pueblo profeso de
Dios, separaciones, divorcios y gran confusión en la iglesia...
Cuando es demasiado tarde descubren que han cometido un
error, y que han puesto en peligro su felicidad en esta vida y la
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