Página 109 - Consejos para los Maestros (1971)

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La salvaguardia de los jóvenes
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sanas y buena moralidad, a tener disposiciones y genios alegres.
Enseñadles que ceder a la tentación es débil y perverso; que resistir
es noble y viril.
Presten todos, viejos y jóvenes, diligente atención a las palabras
escritas por el sabio hace tres mil años: “Hijo mío, no te olvides de
mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos; porque largura de
días y años de vida y paz te aumentarán. Nunca se aparten de ti la
misericordia y la verdad; átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de
tu corazón; y hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y
de los hombres”.
Proverbios 3:1-4
.
La unidad en el gobierno
Unidos y con oración, el padre y la madre deben llevar la grave
responsabilidad de guiar correctamente a sus hijos. Incumbe ma-
yormente a la madre el trabajo de educar al niño; pero el padre no
debe dejarse absorber tanto por sus negocios o el estudio de los
libros, que no pueda tomar tiempo para estudiar la naturaleza de sus
hijos y sus necesidades. Debe ayudar a idear maneras para mante-
nerlos atareados en trabajos útiles, que concuerden con sus diversas
disposiciones.
El padre de niños varones debe tratar íntimamente con sus hi-
jos, darles el beneficio de su experiencia mayor, y hablar con ellos
con tanta sencillez y ternura que los vincule con su corazón. Debe
dejarles ver que todo el tiempo busca sus mejores intereses y su
felicidad. Como sacerdote de la familia, es responsable ante Dios
por la influencia que ejerce sobre todo miembro de ella.
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La madre debe sentir la necesidad de la dirección del Espíritu
Santo, sentir que ella misma debe experimentar verdadera sumisión
a los caminos y a la voluntad de Dios. Entonces, por la gracia de
Cristo, puede ser una maestra sabia, bondadosa y amante. Para hacer
debidamente su obra, se requieren de ella talento, habilidad, pa-
ciencia, cuidado reflexivo, desconfianza propia y oración ferviente.
Procure cada madre cumplir sus obligaciones por esfuerzo perse-
verante. Lleve a sus pequeñuelos en los brazos de la fe a los pies
de Jesús, y cuéntele su gran necesidad y pídale sabiduría y gracia.
Fervorosa, paciente y valientemente, ella debe procurar mejorar su