Página 129 - Consejos para los Maestros (1971)

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La cooperación entre el hogar y la escuela
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Dios, se sentirá enternecido y subyugado por el pensamiento de sus
propios defectos. Comprenderá algo de lo que significan las palabras:
“A vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos
en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en
su cuerpo de carne por medio de la muerte, para presentaros santos
y sin mancha e irreprensibles delante de él”.
Colosenses 1:21, 22
.
A veces hay en la escuela un elemento desordenado que ha-
ce muy difícil el trabajo. Los niños que no han recibido la debida
educación causan mucha dificultad, y su perversidad causa tristeza
al corazón del maestro. Pero él no debe desalentarse. Las pruebas
imparten experiencia. Si los niños son desobedientes e indisciplina-
dos, tanto más necesario es el esfuerzo arduo. El hecho de que haya
alumnos de tal carácter, es una de las razones por las cuales deben
establecerse escuelas de iglesia. Los niños cuyos padres no los han
educado y disciplinado, deben ser salvados si es posible.
Tanto en la escuela como en el hogar debe haber sabia disciplina.
El maestro debe hacer reglas para guiar la conducta de sus alumnos.
Estas reglas deben ser pocas y bien estudiadas, y una vez hechas,
hay que hacerlas cumplir. Deben presentarse al alumno todos los
principios que éstas entrañan para que se convenza de su justicia.
Así sentirá la responsabilidad de cuidar de que se acaten las reglas
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que él mismo ayudó a formular.
Los padres han de fortalecer las manos
No se debe dejar que el maestro lleve solo la carga de su trabajo.
El necesita la simpatía, la bondad, la cooperación y el amor de todo
miembro de la iglesia. Los padres deben animarlo demostrando
que aprecian sus esfuerzos. Nunca deben decir o hacer algo que
estimule la insubordinación en sus hijos. Pero sé que muchos padres
no cooperan con el maestro. No fomentan en su casa la buena
influencia ejercida en la escuela. En vez de cumplir en el hogar
los principios de la obediencia enseñada en el aula, les permiten a
sus hijos hacer lo que quieren, e ir sin ninguna restricción aquí y
allá. Y si el maestro ejerce su autoridad para exigir obediencia, los
niños llevan a sus padres un relato exagerado y distorsionado de
la manera en que han sido tratados. El maestro puede haber hecho
tan sólo lo que era su penoso deber, pero los padres simpatizan con