Página 138 - Consejos para los Maestros (1971)

Basic HTML Version

Capítulo 20—Nuestra responsabilidad
[156]
[157]
No hay nada de mayor importancia que la educación de nuestros
niños y jóvenes. La iglesia debe despertarse, y manifestar un pro-
fundo interés en esta obra; porque ahora como nunca antes, Satanás
y su hueste están determinados a alistar a la juventud bajo el negro
estandarte que conduce a la ruina y a la muerte.
Dios ha designado a la iglesia como atalaya, para que ejerza un
cuidado celoso sobre los jóvenes y niños, y que como centinela vea
cómo se acerca el enemigo y advierta del peligro. Pero la iglesia no
comprende la situación. Duerme estando de guardia. En este tiempo
de peligro, los padres deben despertarse y trabajar como por su vida,
o muchos de los jóvenes se perderán para siempre.
Aunque debemos hacer esfuerzos fervientes por las masas que
nos rodean, y hacer avanzar la obra en los campos extranjeros, nin-
gún caudal de trabajo en este ramo puede sernos una disculpa por
descuidar la educación de nuestros niños y jóvenes. Se los ha de
educar para que lleguen a ser obreros de Dios. Tanto los padres
como los maestros, por su precepto y ejemplo, han de inculcar los
principios de la verdad y honradez en la mente y el corazón de los
jóvenes, a fin de que lleguen a ser hombres y mujeres tan fieles a
Dios y a su causa como el acero.
Los padres y maestros no aprecian la magnitud de la obra que les
ha sido confiada en la preparación de los jóvenes. La experiencia de
los hijos de Israel fue escrita para nosotros “a quienes han alcanzado
los fines de los siglos”
1 Corintios 10:11
. Como en su tiempo,
[158]
ahora quiere el Señor que saquemos a los niños de escuelas donde
prevalecen las influencias mundanales, y los coloquemos en nuestras
propias escuelas, donde la Palabra de Dios es el fundamento de la
educación.
Si alguna vez hemos de trabajar con fervor, es ahora. El enemigo
nos está apremiando por todos lados, como una inundación. Única-
mente el poder de Dios puede salvar a nuestros hijos de ser arreba-
tados por la marea del mal. La responsabilidad que descansa sobre
134