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Consejos para los Maestros
lirio y lo ponía en las manos de los niños y jóvenes; y al mirar ellos
su rostro juvenil, que reflejaba la luz del rostro de su Padre, les daba
la lección: “Considerad los lirios del campo, cómo crecen [en la
sencillez de la belleza natural]; no trabajan ni hilan; pero os digo,
que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de
ellos”. Luego seguía la promesa: “Y si la hierba del campo que hoy
es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho
más a vosotros, hombres de poca fe?”.
Mateo 6:28-30
.
En su obra como maestro público, Cristo no perdía nunca de
vista a los niños. Cuando estaba cansado del bullicio y la confusión
de la ciudad atestada, cansado del contacto con hombres astutos e
hipócritas, su espíritu hallaba descanso y paz en la sociedad de los
niñitos inocentes. Su presencia nunca los repelía. Su gran corazón de
amor podía comprender sus pruebas y necesidades, y hallar felicidad
en sus simples goces. Los tomaba en sus brazos y los bendecía.
En estos niños puestos en relación con él, Jesús veía a futuros
hombres y mujeres que heredarían su gracia y serían súbditos de
su reino, y algunos de ellos llegarían a ser mártires por su causa.
Sabía que le escucharían y le aceptarían como su Redentor con más
facilidad que los adultos, muchos de los cuales eran sabios según el
mundo y duros de corazón. En su enseñanza, descendía a su nivel.
El, la majestad del cielo, no desdeñaba contestar sus preguntas, y
simplificar sus importantes lecciones para ponerlas al alcance de
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su comprensión infantil. Sembraba en sus mentes expansivas las
semillas de verdad, que en años ulteriores llevarían frutos para vida
eterna.
Padres y maestros, Jesús sigue diciendo: “Dejad a los niños venir
a mí, y no se lo impidáis”.
Mateo 19:14
. Son ellos los más suscep-
tibles a las enseñanzas del cristianismo; su corazón está abierto a
las influencias de la piedad y la virtud, y es fuerte para retener las
impresiones recibidas. (
Special Testimonies on Education, 62-66
.
Esta parte fue escrita el 17 de mayo de 1896).
Se requiere tacto y comprensión para desarrollar la mente y el
corazón de los jóvenes, y no estorbar su crecimiento por un ilegítimo
control de una mente sobre otra. Se necesitan maestros capaces de
tratar sabiamente con las diferentes clases de carácter; que sean
prestos para ver y aprovechar las oportunidades de hacer el bien;