La enseñanza por la naturaleza
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las cuales no se debieran nunca limitar las mentes juveniles. Será
especialmente valioso para los niños y los jóvenes nerviosos que
hallan agotadoras y difíciles de recordar las lecciones de los libros.
Hay salud y felicidad para ellos en el estudio de la naturaleza; y
las impresiones hechas no se desvanecerán de su mente, porque
quedarán asociadas con objetos que están continuamente delante de
sus ojos.
En el mundo natural, Dios ha puesto en las manos de los hijos
de los hombres la llave que ha de abrir el alfolí de su Palabra. Lo
invisible queda ilustrado por lo que se ve; la sabiduría divina, la
verdad eterna y la gracia infinita se entienden por las cosas que Dios
ha hecho. Por lo tanto, permítase a los niños y a los jóvenes que
se familiaricen con la naturaleza y sus leyes. Desarróllese la mente
hasta el máximo de su capacidad, y adiéstrense las facultades físicas
para los deberes prácticos de la vida. Pero enseñadles también que
Dios ha hecho hermoso este mundo porque se deleita en nuestra
felicidad; y que está preparando para nosotros un hogar más hermoso
aún en aquel mundo donde no habrá más pecado. La Palabra de Dios
declara: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón
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de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”.
1
Corintios 2:9
.
Especialmente los niñitos debieran acercarse a la naturaleza.
En vez de aherrojarlos con las modas, déjeselos libres como los
corderitos, para que jueguen bajo los dulces y alegres rayos solares.
Mostradles los arbustos y las flores, la humilde yerba y los altos
árboles, y dejadlos familiarizarse con sus hermosas, múltiples y
delicadas formas. Enseñadles a ver la sabiduría y el amor de Dios
en sus obras creadas; y mientras sus corazones se ensanchen de
gozo y amor agradecido, dejadlos unirse a las aves en sus cantos de
alabanza.
Educad a los niños y jóvenes a considerar las obras del gran
Artífice y Maestro y a imitar las gracias atrayentes de la naturaleza en
la edificación de su carácter. A medida que el amor de Dios conquiste
sus corazones, dejadlos impregnar sus vidas con la hermosura de la
santidad. Así usarán sus capacidades para beneficiar a otros y para
honrar a Dios.
Special Testimonies on Education, 58-62
; escrito el
20 de mayo de 1896.