Página 264 - Consejos para los Maestros (1971)

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Consejos para los Maestros
ningún ser humano puede recibir poder para servir. Cristo solo puede
dirigir correctamente los pensamientos. El solo puede dar nobles
aspiraciones y amoldar el carácter de acuerdo con la semejanza
divina. Si nos acercamos a él en oración ferviente, llenará nuestro
corazón de propósitos elevados y santos, y con hondos anhelos de
pureza y justicia. Los peligros que se acumulan en derredor nuestro,
exigen que los que tienen experiencia en las cosas de Dios ejerzan
una vigilante supervisión. Los que anden humildemente delante de
Dios, desconfiando de su propia sabiduría, comprenderán su peligro
y conocerán el cuidado custodio de Dios.
Lo que mucho necesitamos es el poder de una vida más elevada,
más pura y más noble. El mundo está observando para ver qué
frutos llevan los que profesan ser cristianos. Tiene derecho a esperar
abnegación y sacrificio de los que creen en la verdad avanzada.
Está observando, listo para criticar aguda y severamente nuestras
palabras y acciones. Cada persona que desempeñe una parte en la
obra de Dios, es pesada en las balanzas del discernimiento humano.
En la mente de todos aquellos con quienes debemos tratar, se están
haciendo constantemente impresiones favorables o no de la religión
de la Biblia.
Y Dios y los ángeles están observando. El desea que sus hijos
demuestren por su vida la ventaja que sobre la mundanalidad tiene
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el cristianismo; que demuestren que están trabajando en un plano
elevado y santo. El anhela verlos manifestar que la verdad recibida
los ha hecho hijos del Rey celestial. Anhela hacerlos conductos por
los cuales pueda derramar su ilimitado amor y misericordia.
Cristo está aguardando con deseo anhelante la manifestación de
sí mismo en su iglesia. Cuando el carácter de Cristo se reproduzca
perfectamente en su pueblo, entonces vendrá a buscar a los suyos.
Es privilegio de todo cristiano, no solamente esperar la venida de
nuestro Señor, sino también apresurarla. Si todos los que profesan su
nombre estuviesen llevando frutos para su gloria, ¡cuán prestamente
se sembrarían en todo el mundo las semillas del Evangelio! ¡Con
cuánta presteza maduraría la última gran mies, y vendría Cristo!
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