Página 403 - Consejos para los Maestros (1971)

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La educación prepara para servir
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en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.
1
Corintios 6:19, 20
. Los que salgan a la obra bajo la dirección del
Maestro serán bendecidos maravillosamente.
El Señor pide voluntarios que quieran ponerse firmemente de su
parte y que se comprometerán a unirse con Jesús de Nazaret, para
hacer la obra que es necesario hacer ahora mismo. Los talentos del
pueblo de Dios han de ser empleados para dar el último mensaje de
misericordia al mundo. El Señor ordena a los que están relacionados
con nuestras escuelas, sanatorios y casas editoras que enseñen a
los jóvenes a hacer obra evangélica. Nuestro tiempo y dinero no
deben emplearse en establecer sanatorios, fábricas de productos
alimenticios, almacenes de dichos productos y restaurantes, hasta el
punto de hacer descuidar otros ramos de la obra. Los jóvenes que
debieran dedicarse al ministerio, a la obra bíblica y al colportaje, no
deben ocuparse en empleos mecánicos.
Para fortalecer a los jóvenes contra las tentaciones del enemigo,
hemos establecido escuelas donde pueden prepararse para ser útiles
en esta vida y servir a Dios durante toda la eternidad. Los que son
sinceros para la gloria de Dios desearán fervorosamente preparar-
se para un servicio especial; porque el amor de Cristo tendrá una
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influencia controladora sobre ellos. Este amor imparte una energía
más que finita, y prepara a los seres humanos para realizaciones
divinas.
La labor de Cristo por la humanidad
El trabajo de los que aman a Dios hará manifiesto el carácter de
sus motivos; porque la salvación de aquellos por quienes Cristo pagó
un precio infinito será el objeto de sus esfuerzos. Toda otra conside-
ración: el hogar, la familia, los goces, serán hechos secundarios a la
obra de Dios; ellos seguirán el ejemplo de Aquel que manifestó su
amor por el hombre caído al abandonar un cielo de bienaventuranza
y el homenaje de los ángeles para venir a este mundo. El Salvador
trabajó con esfuerzo incansable para ayudar a los seres humanos.
No se detuvo ante ningún sacrificio, no vaciló ante ningún renuncia-
miento; por amor de nosotros se hizo pobre, para que con su pobreza
fuésemos enriquecidos. Su simpatía hacia los perdidos le indujo a
buscarlos dondequiera que estuviesen. Y sus colaboradores deben