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Consejos para los Maestros
se reunirán hombres y mujeres que estarán delante del trono de Dios
y del Cordero exclamando: “La salvación pertenece a nuestro Dios
que está sentado en el trono, y al Cordero”.
Apocalipsis 7:10
. Pero
antes que esta obra sea realizada, debemos experimentar aquí en
nuestro propio país la obra del Espíritu Santo en nuestros corazones.
No deben seguirse planes mundanos
Dios me ha revelado que estamos en positivo peligro de impartir
a nuestra obra educativa costumbres y modos que prevalecen en las
escuelas del mundo. Si los maestros no son precavidos, colocarán
sobre el cuello de sus alumnos yugos mundanos, en lugar del yugo de
Cristo. El plan de las escuelas que hemos de establecer en estos años
finales del mensaje debe ser de un orden completamente diferente
del seguido en las que hemos instituido.
Por esta razón, Dios nos ordena que establezcamos las escuelas
fuera de las ciudades, donde, sin molestias ni estorbos, podamos
llevar a cabo la educación de los alumnos de acuerdo con el solemne
mensaje a nosotros confiado para el mundo. Una educación como
ésta puede elaborarse mejor donde hay tierra que cultivar, y donde
el ejercicio físico que hagan los alumnos sea de tal naturaleza que
desempeñe un papel valioso en la edificación de su carácter, y los
haga útiles en los campos a los cuales irán.
Dios bendecirá a las escuelas dirigidas de acuerdo con su desig-
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nio. Cuando estábamos trabajando para establecer la obra educativa
en Australia, el Señor nos reveló que esa escuela no debía adaptarse
a ninguna escuela establecida antes. Había de ser una escuela mode-
lo. Fue organizada de acuerdo con el plan que Dios nos dio, y él ha
prosperado su obra.
Nuevos métodos
Se me ha mostrado que, en nuestra obra educativa, no hemos de
seguir los métodos que han sido adoptados en nuestras escuelas más
antiguas. Entre nosotros se propende demasiado a aferrarse a viejas
costumbres, y debido a esto estamos muy rezagados en relación
con lo que debiéramos haber alcanzado en el desarrollo del mensaje
del tercer ángel. Debido a que los hombres no pueden comprender