Página 51 - Consejos para los Maestros (1971)

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El objeto primordial de la educación
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Eterno mientras habla con los hombres. Allí contemplamos la Ma-
jestad de los cielos tal como se humilló para hacerse nuestro sustituto
y garante, para luchar a solas con las potestades de las tinieblas y
obtener la victoria en nuestro favor. Una reverente contemplación
de estos temas no puede menos que suavizar, purificar y ennoblecer
el corazón, y al mismo tiempo inspirar a la mente nueva fortaleza y
vigor.
Los que consideran como valiente y viril el tratar los requeri-
mientos de Dios con indiferencia y desprecio, revelan con esto su
propia insensatez e ignorancia. Mientras que se jactan de su libertad
e independencia, están realmente en la servidumbre del pecado y de
Satanás.
Un claro concepto de lo que es Dios y de lo que él requiere que
seamos, producirá en nosotros una sana humildad. El que estudia
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correctamente la Sagrada Palabra aprenderá que el intelecto humano
no es omnipotente. Aprenderá que, sin la ayuda que nadie sino Dios
puede dar, la fuerza y la sabiduría humanas no son sino debilidad e
ignorancia.
El que sigue la dirección divina, ha hallado la única fuente ver-
dadera de gracia salvadora y felicidad real, y ha obtenido el poder
de impartir felicidad a todos los que lo rodean. Nadie, sin religión,
puede disfrutar realmente de la vida. El amor a Dios purifica y enno-
blece todo gusto y deseo, intensifica todo afecto y da realce a todo
placer digno. Habilita a los hombres para apreciar y disfrutar de todo
lo que es verdadero, bueno y hermoso.
Pero lo que sobre todas las demás consideraciones debiera in-
ducirnos a apreciar la Biblia, es que en ella se revela a los hombres
la voluntad de Dios. En ella aprendemos el propósito de nuestra
creación, y los medios por los cuales se lo puede alcanzar. Apren-
demos a aprovechar sabiamente la vida presente, y a asegurarnos la
futura. Ningún otro libro puede satisfacer los anhelos del corazón
o contestar las preguntas que se suscitan en la mente. Si obtienen
un conocimiento de la Palabra de Dios y le prestan atención, los
hombres pueden elevarse de las más bajas profundidades de la de-
gradación hasta llegar a ser hijos de Dios, compañeros de los ángeles
sin pecado.