Página 114 - Consejos sobre Mayordom

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Capítulo 23—Los principios de la mayordomía
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¿Estamos escudriñando individualmente y con oración la Palabra
de Dios, para no alejarnos de sus preceptos y requerimientos? El
Señor no se complacerá si retenemos cualquier suma, sea ésta peque-
ña o grande, que debiéramos devolverle. Si deseamos gastar dinero
para complacer nuestras propias inclinaciones, pensemos en el bien
que podríamos hacer con ese dinero. Apartemos para el Maestro
sumas pequeñas y grandes, para que la obra sea edificada en nuevos
lugares. Si gastamos egoístamente el dinero que tanto se necesita, el
Señor no nos bendecirá, no podrá bendecimos con su aprobación.
Como mayordomos de las mercedes de Dios estamos manejando
el dinero del Señor. Significa mucho, muchísimo, para nosotros ser
fortalecidos cada día por su abundante gracia, ser capacitados para
comprender su voluntad, para ser hallados fieles en lo poco tanto
como en lo mucho. Cuando ésta sea nuestra experiencia, el servicio
de Cristo será una realidad para nosotros. Dios nos exige esto y debe-
mos manifestar, ante los ángeles y los hombres, nuestra gratitud por
lo que él ha hecho por nosotros. Deberíamos reflejar la benevolencia
de Dios en términos de alabanza y obras de misericordia...
¿Comprenden todos los miembros de la iglesia que todo lo que
poseen ha sido dado para que lo usen y aumenten para gloria de
Dios? Dios mantiene un registro fiel de cada ser humano en nuestro
mundo. Y cuando llega el día del ajuste de cuentas, el mayordomo
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fiel no se atribuye ningún crédito a sí mismo. No dice: “Mi talento”;
sino: “Tu talento ha ganado” otros talentos. Él sabe que sin el capital
que le fue confiado no habría podido conseguir ningún aumento.
Piensa que al haber cumplido fielmente su responsabilidad como
mayordomo no ha hecho más que cumplir con su deber. El capital
era del Señor, y mediante su poder pudo negociar con él con éxito.
Tan sólo el nombre del Señor debe ser glorificado. Sin el capital
confiado, él sabe que habría estado en bancarrota para la eternidad.
La aprobación del Señor la recibe casi como una sorpresa, porque
no la espera. Pero Cristo le dice: “Bien, buen siervo y fiel; sobre
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