Página 188 - Consejos sobre Mayordom

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Capítulo 39—El motivo verdadero en todo servicio
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En los tiempos de Cristo los fariseos procuraban constantemente
ganar el favor del cielo para disfrutar de prosperidad y honores
mundanos, que para ellos constituían la recompensa de la virtud. Al
mismo tiempo hacían alarde de sus actos de caridad para atraer la
atención del público y ganar así renombre de santidad.
Jesús censuró esta ostentación, declarando que Dios no reconoce
un servicio tal, y que la adulación y admiración populares que ellos
buscaban con tanta avidez eran la única recompensa que recibirían.
“Cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu
derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo
secreto te recompensará en público”.
Con estas palabras, Jesús no quiso enseñar que los actos benévo-
los deben guardarse siempre en secreto. El apóstol Pablo, inspirado
por el Espíritu Santo, no ocultó el sacrificio personal de los genero-
sos cristianos de Macedonia, sino que se refirió a la gracia que Cristo
había manifestado en ellos, y así otros se sintieron movidos por el
mismo espíritu. Escribió también a la iglesia de Corinto: “Vuestro
ejemplo ha estimulado a muchos”.
Las propias palabras de Cristo expresan claramente lo que que-
ría decir, a saber, que en la realización de actos de caridad no se
deben buscar las alabanzas ni los honores de los hombres. La piedad
verdadera no impulsa a la ostentación. Los que desean palabras de
alabanza y adulación, y las saborean como delicioso manjar, son
meramente cristianos de nombre.
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Por sus obras buenas, los seguidores de Cristo deben dar gloria,
no a sí mismos, sino al que les ha dado gracia y poder para obrar.
Toda obra buena se cumple solamente por el Espíritu Santo, y éste
es dado para glorificar, no al que lo recibe, sino al Dador. Cuando la
luz de Cristo brille en el alma, los labios pronunciarán alabanzas y
agradecimiento a Dios. Nuestras oraciones, nuestro cumplimiento
del deber, nuestra benevolencia, nuestro sacrificio personal, no serán
el tema de nuestros pensamientos ni de nuestra conversación. Jesús
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