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Conducción del Niño
recordar el hecho de que han sido comprados con precio y deberían
glorificar a Dios en su cuerpo y espíritu... Los jóvenes deberian
considerar seriamente cuál debería ser su propósito y obra de la
vida, y luego colocar el fundamento de modo que sus hábitos estén
libres de toda mancha de corrupción. Si quieren estar en una posición
desde la cual influirán sobre otros, deben confiar en sí mismos.—
The
Youth’s Instructor, 5 de enero de 1893
.
Prepárense los niños para enfrentar los problemas con va-
lor
—Después de la disciplina del hogar y de la escuela, todos tienen
que hacer frente a la severa disciplina de la vida. La forma de ha-
cerlo sabiamente constituye una lección que debería explicarse a
todo niño y joven. Es cierto que Dios nos ama, que obra para nuestra
felicidad, y que si siempre se hubiese obedecido su ley, nunca ha-
bríamos conocido el sufrimiento; y no menos cierto es que, en este
mundo, toda vida tiene que sobrellevar sufrimientos, penas, cargas,
como resultado del pecado. Podemos hacer a los niños y jóvenes un
bien duradero si les enseñamos a afrontar valerosamente estas penas
y cargas. Aunque les debemos prestar simpatía, jamás debería ser
de tal suerte que los induzca a compadecerse de sí mismos. Por el
contrario, necesitan algo que estimule y fortalezca y no que debilite.
Se les debería enseñar que este mundo no es un campo de desfile,
sino de batalla. Todos son llamados a soportar las dificultades como
buenos soldados. Enséñeseles que la verdadera prueba del carácter
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se encuentra en la disposición a llevar cargas, ocupar el puesto difícil,
hacer lo que necesita ser hecho, aunque no reporte reconocimiento
ni recompensa terrenal.—
La Educación, 286, 287
.
Fortaleced el sentido del honor
—El educador sabio, al tratar
con sus alumnos procurará estimular la confianza y fortalecer el
sentido del honor. La confianza que se tiene en los jóvenes y niños
los beneficia. Muchos, hasta entre los pequeños, tienen un elevado
sentimiento del honor: todos desean ser tratados con confianza y
respeto y tienen derecho a ello. No debería hacérseles sentir que no
pueden salir o entrar sin que se los vigile. La sospecha desmoraliza
y produce los mismos males que trata de impedir. . . . Haced sentir a
los jóvenes que se les tiene confianza y pocos serán los que no traten
de mostrarse dignos de tal confianza.—
La Educación, 281
.
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