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Conducción del Niño
Los padres desempeñan una parte importante en esto. Sobre ellos
reposa la sagrada responsabilidad de enseñar a sus hijos para Dios.
A ellos se les ha dado la obra de ayudar a sus pequeños a formar
caracteres que les proporcionen entrada en las cortes celestiales.—
Carta 78, 1901
.
Padres, no os equivoquéis en esto
—Padres, por amor de Cristo,
no os equivoquéis en vuestra obra más importante, la de modelar
los caracteres de vuestros hijos para el tiempo y la eternidad. Un
error de vuestra parte al descuidar la fiel instrucción, o al complacer
ese afecto imprudente que os ciega para no ver los defectos y que
os impide refrenarlos debidamente, resultará en la ruina para ellos.
Vuestra conducta puede dar una dirección equivocada a toda su
carrera futura. Vosotros determináis para ellos lo que serán y lo
que harán por Cristo, por los hombres, y por sus propias almas.
Tratad honrada y fielmente con vuestros hijos. Trabajad valerosa
y pacientemente. No temáis las cruces, no economicéis tiempo o
trabajo, preocupaciones o sufrimientos. El futuro de vuestros hijos
testificará del carácter de vuestra obra. La fidelidad a Cristo de
vuestra parte puede manifestarse mejor en el carácter simétrico
de vuestros hijos que en cualquiera otra forma. Son la propiedad
de Cristo, comprada por él con su sangre. Si su influencia está
plenamente del lado de Crísto, son sus colaboradores, ayudando a
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otros a encontrar el camino de la vida. Si descuidáis la obra que
Dios os ha dado, vuestra imprudente conducta en lo que atañe a su
disciplina los coloca entre la clase que se aleja de Cristo y fortalece
el reino de las tinieblas.—
Testimonies for the Church 5:39, 40
.
Una casa limpia, pero niños no educados
—He visto a una
madre cuyo ojo crítico podía advertir cualquier imperfección en el
enmaderamiento de su casa, y que tenía mucho cuidado de tener
su casa cabalmente limpia y ordenada a la hora precisa que había
establecido, y que hacía esto frecuentemente a expensas de su salud
física y espiritual, mientras les permitía a sus hijos correr en la calle
y captar una educación callejera. Esos hijos crecían toscos, egoístas,
rudos y desobedientes. La madre, aunque había contratado a una
mucama, estaba tan preocupada de los quehaceres domésticos, que
no disponía de tiempo para educar debidamente a sus hijos. Los
dejaba crecer con caracteres deformados, indisciplinados y no edu-
cados. No pudimos menos que pensar que el fino gusto de la madre